Pesimismo patriótico

Son los miedos que continuamente tratan de sembrar y no los hechos el principal elemento de análisis

El catastrofismo siempre cotizó al alza. No hay nada como un mal presagio para gozar de credibilidad. Las predicciones negativas dan al que las formula un halo de conocimiento superior que las hacen más creíbles. El optimismo, por el contrario, parece revelar ingenuidad o ignorancia y suele recibirse como una expresión de buenos deseos con escaso fundamento. En política el pesimismo goza de buena prensa y se convierte en una fuerza de convicción de primer orden. La derecha, o alguna derecha, perfectamente orquestada por los profetas mediáticos de malos augurios, lo sabe perfectamente y ha convertido las predicciones fatalistas en una herramienta esencial de su trabajo político.

Son los pesimistas patrióticos los más significados voceros de las catástrofes que aguardan a España. No es solo una visión absolutamente negativa y negra de la actual situación, sino una continua predicción derrotista del futuro que nos espera. El "España se rompe" sigue siendo, después de tantos años, el principal riesgo que nos aguarda sin que se sepa muy bien en qué consiste esa ruptura y cuándo ha de producirse, porque la realidad objetiva apunta a una estabilización y a una normalización política. Son los miedos que continuamente tratan de sembrar y no los hechos el principal elemento de análisis. Todo han sido malos augurios y pronósticos ruinosos que por ahora no se han cumplido. Ni la subida del salario mínimo generó más paro ni la entrada en vigor de la reforma laboral colapsó las empresas ni tan siquiera las gasolineras tuvieron que cerrar ni faltó hielo este verano, que hasta ahí llegó el furor predictivo de los agoreros oficiales. Pero eso no es suficiente para que los voceros del apocalipsis mantengan su profecía. No importa que las predicciones vayan incumpliéndose unas tras otras, porque para los pesimistas profesionales siempre habrá motivo para asustar al personal con los nuevos males que nos aguardan a la vuelta de la esquina por culpa de este gobierno. Montados ya en este pesimismo de salón, cualquier actuación les ofrece un motivo para la alarma y el temor. Si ahora se crea empleo está claro que pronto aumentará el paro; si la economía está creciendo nadie puede dudar que pronto entraremos en recesión. Esta política del catastrofismo inevitable pretende producir en la ciudadanía un efecto negativo y una desazón permanente que trata de distorsionar la realidad y hacer del miedo el principal sentimiento social ante el futuro.

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