La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Pura y Limpia

Pocas cosas más sevillanas que el estar a pie de calle de esta pequeña imagen en su minúscula capilla

Cómo es posible que quepa toda Sevilla en tan pequeño cuerpo y tan minúsculo espacio? Una talla de 80 centímetros en el antiguo cuartito de los diputados que cobraban las alcabalas del aceite convertido en capillita abierta a pie de calle. Por ser todo pequeño, hasta el arco junto al que está no era una de las grandes puertas de la ciudad, sino un modesto postigo. Y sin embargo, en el conjunto de imagen, capillita con su retablo y fachada de templo miniaturizado con su pequeña espadaña rematada por una cruz de forja entre jarras de azucenas cabe toda Sevilla. La de la elegante modestia de la cal y el poderío del oro de los retablos barrocos, la del tañer de las campanas y el airoso alzarse de las espadañas sobre el caserío, la de los grandes fastos religiosos y las sencillas devociones populares, la de las antiguas ventanas a través de las que se rezaba a deshora a las sagradas imágenes, de las que solo sobrevive la de Salud y Buen Viaje, y la de los retablos cerámicos que desde 1912 –Gran Poder– hacen a Dios presente en las calles de la ciudad fundiéndolo con la vida menuda, cotidiana.

Es la Pura y Limpia. Todo –cal, oro, espadaña, campana, grandeza inmaculista, sencillas devociones, presencia de lo sagrado en las calles– lo que algunos nombramos al decir Sevilla está representado por Ella. Pocas cosas más sencilla y cotidianamente sevillanas que el estar de esta pequeña imagen en su minúscula capilla siempre abierta, día y noche, a pie de calle.

Y no se moleste nadie porque diga que toda Sevilla cabe en tan pequeño cuerpo y tan minúsculo espacio. La historia es la historia. Y es lo más probable que el antiguo cuartito de los cobradores de la alcabala del aceite se convirtiera en 1753 en la actual capilla presidida por la imagen de la Pura v Limpia gracias al fervor inmaculista que culminó con la proclamación en 1760 de la Inmaculada como patrona de España, concedida por Clemente XIII a petición de Carlos III. El rey ilustrado de Floridablanca, Esquilache o Campomanes también era devotísimo de la Inmaculada, hasta el punto de lograr, junto a la bula del patronazgo, que el Papa admitiera que en las letanías se incluyera Mater Inmaculata y firmar el 16 de enero de 1761 el Decreto-Ley del “Universal Patronato de Nuestra Señora en la Inmaculada Concepción en todos los Reinos de España e Indias”. Que nadie se moleste. Ilustración no quita necesariamente religión.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios