Rafa el de los burros

Mi amigo creó la Reserva del Asno Andaluz y ya no tiene más dinero para evitar que sus jumentos vayan al matadero

Mi tío Juan era cacharrero. Iba por los pueblos vendiendo cacharros: botijos, cántaros, lebrillos… y todos esos enseres de barro que se hacían (y se hacen) en las alfarerías de mi pueblo. Para transportar sus cacharros de un sitio a otro utilizaba un borrico llamado Lucero. El caso es que mi cuerpo se llenaba de euforia cuando veía a mi tío de vuelta de sus periplos ambulantes porque siempre me dejaba montar en Lucero. Me acuerdo perfectamente de aquel rucio. Al contrario de Platero, no era peludo, ni pequeño, ni suave, pero yo me sentía montado en él como el Cid en su Babieca o Alejandro Magno en su Bucéfalo. Desde aquellos momentos tan felices de mi infancia admiro a los burros (a los de cuatro patas, se entiende), entre otras cosas porque son nobles, trabajadores y entrañables. Por eso, cuando mi amigo Rafa me lanzó un SOS para que hablara en una de mis columnas de sus burros, le dije que eso estaba hecho. Verán, Rafael Fuentes lleva casi 30 años luchando para que una raza de burro no se extinga. Él creó hace tiempo la Reserva del Asno Andaluz y en ella viven casi treinta ejemplares de este animal que tanto bien le ha hecho a la humanidad y que tan mal ha sido tratado por ella. El burro ha sido la especie que más ha ayudado al hombre en conseguir el progreso. Y cuando ha llegado el progreso el hombre se ha olvidado de él. Rafa está convencido –yo también lo estoy– de que los asnos andaluces son parte de nuestra cultura y del patrimonio de nuestros pueblos. Y de que su lugar en el engranaje económico y social no admite dudas. Por eso cree que hay que hacer algo por ellos para que no desaparezcan del mapa. Mi amigo quiere que yo escriba que debido a la tremenda subida que han tenido los precios del pienso, la reserva de burros está en peligro y que necesita ahora más que nunca ayuda urgente. Él ya no tiene más dinero para soportar esta crisis y no quiere que sus jumentos vayan al matadero por no poder mantenerlos. Rafa no recibe ayudas oficiales y sí de particulares (a través de la página web) que comprenden la lucha que está manteniendo. Este hombre ha dedicado gran parte de su vida y de su patrimonio personal a preservar esta raza. Le han llamado ‘el loco de los burros’ y otras lindezas, pero él está convencido de que su esfuerzo vale la pena. No seamos burros y ayudémosle.

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