Quousque tandem
Luis Chacón
You’re the one
Paisaje urbano
La primera vez que fui a los toros, por la oportuna casualidad de unas entradas regaladas a mi padre para la corrida de Miura, tuve la tentación de transportar a aquel rito, para mí entonces totalmente desconocido, mis costumbres más prosaicas como aficionado al fútbol, y amagué con acercarme a unos de esos puestos ambulantes que menudean por delante de la Puerta del Príncipe para comprar un paquete de pipas. Fue entonces cuando alguno de los presentes, no recuerdo ahora si los recordados Fernando Chamorro o Ángel Casal, me soltó medio en serio, medio en broma, algo así como: “¡Cuidado, que te saca Burgos en el Recuadro!”.
Guardo un recuerdo grato, por cercano, de Antonio Burgos y de Isabel, su mujer, buenos amigos de mis padres. Nadie que haya sido lector de periódicos en el último medio siglo puede ser ajeno a su trayectoria y su influencia, perfilada a lo largo del tiempo en su relación con la ciudad, muchas veces amada, otras lacerada, pero siempre certera, adornada de una escritura precisa e ingeniosa, muy en la línea del Mediodía, que lo igualó a los mejores narradores andaluces. Se le ha tratado estos días de merecida glosa de intelectual, pero yo creo que en realidad de lo que ejerció Burgos fue de periodista curtido en las viejas redacciones de los setenta. A partir de ahí, su condición de antiguo alumno de Portaceli, el origen gremial y artesano de la familia, la contrabarrera del Siete en la Maestranza, la estética declarada de capillita sin cofradía… fueron todos ellos medios, no fines, del fino observador que siempre fue para ir descubriéndonos los secretos de la ciudad.
Para mí, con todo, es en la Semana Santa como fiesta central de Sevilla y verdadera condicionante de todo lo demás, donde se puede encontrar al mejor Burgos. Que no es por supuesto el del pregón que nunca tuvo que dar, sencillamente porque ya lo había dado antes. Artículos como Muchachos viendo cofradías, Las manos del Gran Poder o Traslado en la Magdalena, por ejemplo, ya son de por sí manifestaciones antológicas de la vida y memoria de nuestra fiesta mayor, muy difíciles de superar. Aunque muchos sigan insistiendo en cierta “sevillanía” de la que él nunca participó, yo prefiero encuadrarlo en la lista de heterodoxos que permanecieron fuera de la oficialidad (Chaves, Cansinos, Sierra, su admirado Montesinos…) y que con él han escrito las páginas más brillantes de esta ciudad inabarcable.
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