Letra pequeña

Javier Navas

Recuerdos del abuelo

HASTA dónde hay que rascar en la memoria histórica? Hasta donde se le pueda sacar rendimiento político. En ese sentido los dos últimos tercios del siglo XX español son ubérrimos. Pero hay más épocas dando guerra y posguerra. Como la de Sucesión, que asimiló la legislación aragonesa a la de Castilla: sigue siendo un espantajo útil cada vez que se menciona la autodeterminación y el derecho a decidir. En el País Vasco van más allá: impolutos vascones que habitan durante milenios la misma tierra, con un Rh y un perímetro de chola que los distingue de otras mezclillas ibéricas. O el glorioso Al Ándalus, desde el cual no ha vuelto a salir nada digno en el sur de España salvando a David Bisbal. Cronistas y arqueólogos revelan nuestro pasado, lo rectifican cuando tira de la sisa o se lo inventan si un consejero de Cultura lo cree conveniente. Los problemas vienen cuando no se saca de la Historia una buena historia. ¿A quién le importa un taller de alfarería romana si no permite tirarle los cacharros a la cabeza a otra administración? Los cacharros volverán a cubrirse de polvo y el taller, de una superficie comercial.

El yacimiento de La Araña es una mina. Esta esquinita malagueña guarda pruebas de coyundas entre cromagnones y neandertalas y viceversa. Un tesoro al pie de la carretera asediado por bocinas de camiones, escaladores de domingo... y asediado por la desidia. La Junta de Andalucía tiene que dar el permiso para excavar. Y no lo da. Al equipo de investigación sólo le da largas, con lo que pronto hará de él una valiosa pieza arqueológica.

Había una escuela taller manteniendo la excavación: ocupación, sueldo y un cometido útil para quienes se encargaban de tareas subsidiarias pero imprescindibles. Frente a tanto plan Zapatero -ayuntamientos inventando obras para justificar la partida, como pajareras en las antenas de telefonía móvil para las rutas migratorias de los pájaros uyuyuý-, la iniciativa pública en el yacimiento sí estaba justificada. Como era de esperar, el taller no ha funcionado en el último año mientras los pájaros uyuyuý podrán repostar tranquilamente en su paso por Andalucía, si es que alguna vez deciden incluir la región en su trayecto (hasta ahora no se ha dado el caso).

Al parecer, la Junta está interesada en montar un parque de tipo turístico. Nada que objetar. Si bien no habrá trabajo para quien limpie, conserve y proteja el lugar de cafres y saqueadores, siempre quedará un puesto para un animador sociocultural caracterizado como hombre primitivo, o sin caracterizar si es delegado de Cultura. Noticias como ésta hacen dudar sobre la evolución de determinadas administraciones y dónde se refugiaron los últimos especímenes del neandertal.

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