La libertad de expresión es un asunto central de la democracia y una condición necesaria para su propia existencia. En España no tenemos un problema en ese sentido, en todo caso debemos valorar la conveniencia de llevar a cabo ciertas reformas legales, algo que el gobierno ya ha anunciado. Dada la trascendencia del asunto, para que los cambios no decaigan cuando llegue otro ejecutivo, la reforma debería hacerse con el mayor consenso posible. De cualquier forma, no es un asunto fácil. Parece que en los países de nuestro entorno no se den casos como el que estos días padecemos aquí. No sé si por una legislación menos rigorista o porque en esos países no abunden tipos como el tal Hasél. Me solía preguntar, cuando otros países criticaban a España por las condenas del procés, ¿qué harían Francia o Alemania si sus democracias se viesen gravemente alteradas por fanáticos independentistas que declarasen unilateralmente la independencia de un Lander o de un Departamento? Probablemente, no reaccionarían de forma muy distintas: lo que realmente sucede es que esas cosas no ocurren en esos países. Tampoco sé si, como aquí, sus antifascistas dan tanto miedo como los fascistas a los que dicen combatir. Que consideren a Hasél un abanderado de la libertad de expresión, lo dice todo.

Como decía, no es fácil regular la libertad de expresión: en Europa se suscitó el debate por la publicación de las caricaturas de Mahoma y ahora EEUU se enfrenta a problemas, como el asalto al Capitolio, incitado por medios de "comunicación" digitales, afines a Trump, que proliferan para difundir teorías conspirativas y fakes que fomentan el odio y el supremacismo blanco. O si, entre nosotros, un rapero de extrema derecha rapease que ¡merece que explote el coche de Otegui! en lugar del de Patxi López, o si en vez de a pepero o socialisto, hubiese dirigido a los de Podemos el verso "no me da pena tu tiro en la nuca", el debate se plantearía de otra forma. El problema de la legislación actual es que desprotege lo que pretende proteger. Quiero decir, que este tipo de condenas provoca que las denigrantes letras de un desconocido rapero -o sólo conocido en círculos muy restringidos- sean publicadas en todos los medios y que el "artista" adquiera un malsano y desmedido protagonismo público; hasta ser convertido en icono de la libertad de expresión para una multitud de descerebrados seguidores. Así las cosas, mejor será reformar la ley

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