Regreso a 1993

La sequía continuará. Y claro que sufriremos a goterones el ‘veroño’ (feo palabro que llegó para quedarse)

Parece que por fin va a llover y que lo hará con una fiereza sobrevenida. Igual que los irredentos siguen llamando Constantinopla a Estambul, hay quien prefiere hablar de gota fría y no de ninguna DANA. Llega septiembre. Con permiso de la lista de Spotify (Quevedo lo ha vuelto a petar este verano), hay quien prefiere tararear el September discotequero de Earth, Wind & Fire. Por ahora, el cambio climático aún no afecta al subconsciente, esa otra capa de la atmósfera. Por eso uno siente que con septiembre llega otra vez la precuela del otoño. El tiempo de Cronos se desmenuza en arena. Los días se acortan. Los relojes de sol languidecen en las ruinas de la vieja Europa. Son los únicos que, como imploraba Jünger, podían contar las horas luminosas para alegría de los hombres.

La sequía continuará. Y claro que sufriremos a goterones el veroño (feo palabro que llegó para quedarse). Pero es verdad que septiembre sigue siendo como una elongación del tiempo. Mucho más que Año Nuevo. Afloran por igual el vicio y la cura, eso que llamamos nostalgia. Hablaba Pedro G. Cuartango de los atardeceres rojos en Bayona. Señal del naufragio del verano. El ser melancólico resiste. Del algoritmo al ChatGPT, la inundación digital impone otra vida sin contornos. Pero al llegar septiembre aflora como una forma sólida de resistencia, donde ni siquiera existen palabras ni expresiones del barroco fluido como empoderar, líneas rojas, resiliencia, patriarcado, micromachismos, violencia intrafamiliar, “horizonte confederal” (el último hit del lehendakari Urkullu).

Coincide septiembre con la vuelta a los cines de Caro Diaro, la película de Nani Moretti. Hablaba de ella aquí Manuel J. Lombardo en su estupenda crónica, en parte autobiografía y en parte semblanza de una generación. En 1993, hace ahora treinta años, se estrenaba la peli con la icónica imagen de Moretti en su Vespa. En 1993, surgía otra guerra confusa dentro de la propia guerra incomprensible de Bosnia. Musulmanes y croatas católicos se mataban con saña para asombro del relato canónico de los corresponsales de guerra. Lo recuerdo bien porque, como el colega Lombardo, yo también estudiaba Periodismo en aquel año ahora evocado gracias al gran Nani Moretti. Me llevaba a clase los periódicos cuyas portadas abrían con aquella matanza. 1993 fue también el año de la gran recesión económica. Banesto fue intervenido. Felipe González aún ganaba elecciones. El duque de Feria fue detenido por pederastia y España asistía en vilo al martirio de las niñas de Alcacer. Lo dicho. Es llegar septiembre y el tiempo se transustancia en arena.

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