Alto y claro

josé Antonio / carrizosa

Ruido

CUANTA más información hay, peor información tenemos. En la época de la sobreabundancia, cuando internet y las redes sociales nos inundan, nuestra capacidad de análisis disminuye y se cometen errores que, por lo menos en el periodismo de primer nivel, era muy extraño que se produjeran hace sólo unos años. Ha pasado este fin de semana con el referéndum en Colombia sobre el acuerdo de paz con la guerrilla de la FARC; pasó hace unos meses con la consulta en el Reino Unido sobre la salida de la Unión Europea, como ocurrió en España en las últimas elecciones con el sorpasso de Podemos y a escala más doméstica hace algo más de un año cuando se daba por seguro que Juan Ignacio Zoido tenía garantizado un segundo mandato al frente de la Alcaldía de Sevilla. En todos los casos el exceso de mala información condujo a apuestas que no sólo no se confirmaron, sino que quedaron sobradamente desautorizadas por los hechos. Es un problema de la nula calidad de los datos que se manejan y del exceso de ruido de las nuevas tecnologías. El maestro Miguel Ángel Aguilar dijo en el lanzamiento de su último y quijotesco intento de prensa de análisis en papel que cuando se produce una inundación lo primero que falta es el agua. Tenía razón. Pero hay incluso algo más grave que eso: en todos los casos citados, y en algunos más que podríamos traer a colación, se ha demostrado una alarmante desconexión entre los deseos y aspiraciones de los gobernantes y las de los gobernados. Cada vez más, la gente va por un lado y los que deben interpretar la voluntad de esa gente va por otro. Ni el presidente Santos en Colombia ni el premier Cameron en el Reino Unido supieron oler el sentir de la calle. Como las encuestas electorales en España hace tiempo que han dejado de detectar con datos fiables qué es lo que los ciudadanos van a hacer en las urnas.

El análisis, la prospectiva, se construye sólo sobre realidades. Cuando son los datos los que se despegan de la realidad, mal asunto. Pasa ahora con las trascendentales elecciones de dentro de un mes en Estados Unidos. Nadie en los grandes centros de poder daba un duro por Donald Trump: un multimillonario populista, xenófobo y primario que en Europa estaría en una extrema derecha marginal no podía mandar la primera potencia mundial, sobre todo frente a una Hillary Clinton que encarna los valores del establishment de Washington. De pronto ha entrado miedo. Nadie sabe de verdad qué es los que se piensa en los estados del sur profundo o en las grandes aglomeraciones urbanas de un país que se rige con mentalidad muy diferente a la nuestra. Una vez más, sobra ruido, falta información.

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