La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
ME saluda desde lejos. Está sentado en el Jardín de los Monos, en la plaza de la Victoria. Me acerco y nos tratamos con el respeto y el cariño que nos tenemos desde cuando empezábamos a pintar. Me dice que un pinzamiento de vértebras le impide estar de pie. Que dibuja y lee de arte y de grandes maestros. Que a sus 88 años no se puede quejar. Que ha bajado a comprar unas naranjas y que regresa a su casa. Esta cotidianidad con el amigo viene de años. Salvador es uno de los pocos pintores malagueños con intención y elegancia en su pintura, sobre todo, en la forma de concebir, idealizar y estilizar el paisaje. Su visión del color y su grafología de pincelada le hace coherente con los temas que aborda, solucionando problemas y situaciones con la maestría de un conocedor del oficio. Adivino la soledad de un artista que dedicó gran parte de su tiempo y su saber a iniciar a aficionados que acudían a él conociendo su talento y experiencia. No sé cuándo nuestras autoridades dedicarán a señaladas personas un reconocimiento oficial y representativo de su ciudad. Es de justicia.
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