La Sevilla del Gran Poder

Quizás, lo mejor de esa Sevilla que siente más que actúa lo podamos encontrar en la Hermandad del Gran Poder

Con este sol generoso de febrero como queriendo anticipar la Primavera recibimos las primeras señales de la espera más esperada: carteles pegados sobre la cal blanca de las iglesias convocando a los cultos, entusiastas publicaciones intentando contener en sus cuidadas páginas la volatilidad de lo efímero, viacrucis vespertinos que rodean sigilosos los muros de los conventos, sintonías conocidas de los programas de radio puntuales con su fiel clientela…

Pese a los embates de la modernidad, sigue habiendo una ciudad que aguarda, que sabe vivir con una intensidad disimulada la cuenta atrás (en Sevilla, el tiempo se cuenta al revés) en su particular calendario, que toca con sabiduría de viejo las teclas de la tradición aunque apenas tenga cuerpo para sacar un cirial en su cofradía, que maneja con una intuición no aprendida las claves para impedir que toda la exuberancia de nuestra religiosidad popular no se vaya por el sumidero de la afectación y la sensiblería.

Quizá lo mejor de esa Sevilla que oye más que habla, siente más que actúa, susurra más que pontifica, la podamos encontrar en la Hermandad del Gran Poder. Todos los días del año está ahí, con sus misas a todas horas, sus puertas siempre abiertas, la portentosa imagen siempre al auxilio de los fieles, alto pero no lejano, sencillo, humilde, sin asomo de ostentación. Y cuando la ocasión lo permite, como ahora, vira el rumbo de la acción apostólica dirigiendo la mirada a esa otra ciudad que nunca aparece en los programas de cofradías, la más sufriente, pero que es tan sevillana como las demás.

La semana pasada ha quedado inaugurada la exposición que lleva su nombre en el centro cultural de Cajasol. No es una muestra cualquiera, posiblemente porque su enfoque es tan sugerente como distinto. No es tanto la puesta en escena de los magníficos enseres que atesora la hermandad desde hace tantos años, que aquí si quieren tiene un papel casi secundario, sino la apuesta por la devoción del Señor como piedra angular de la cita. Como ocurre cada viernes, allí podemos encontrarnos en pie de igualdad a artistas, insignes cofrades, hermanos y devotos anónimos, todos en torno a lo mejor de la ciudad sagrada, esa que se lee en las letras de Laffón o Chaves Nogales, se recuerda en las fotos sepias de las carteras o se revive cada día en las calles alumbradas con sus retablos. La ciudad del Gran Poder.

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