La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

Truhanes XXI

17 de octubre 2016 - 01:00

LAS telecomunicaciones son hoy lo mismo que hace un par de siglos era la trata de ganado: un campo fecundo para la estafa. Que levante la mano, de lo contrario, el que a lo largo de su vida no haya salido cabreado y con sensación de primo de algún lance relacionado con su teléfono móvil, su conexión de internet o su ordenador. ¿Alguno por aquí? Me da que no. Como también estoy seguro de que nuestros tatarabuelos sufrían cada vez que tenían que hacerse con un caballo o una acémila, transacciones en las que tenían que andarse con pies de plomo si no querían que les diesen jumento viejo por potrillo brioso. Hoy nosotros no compramos caballos, salvo los amantes de la equitación, y lo que nos toca es cuidarnos de que no nos den un cacharro incendiario camuflado en un smartphone o nos vendan una línea de internet fetén que a los cuatro meses se torna carísima y más lenta que un percherón. Cada tiempo tiene al cabo su picaresca, y los truhanes, da igual el siglo, siempre saben buscar el nicho perfecto y camuflarse en ese entorno con habilidad, ya sea preciso vestirse de pastor serrano, con corbatilla y gomina o con gafasta y camiseta friki. El truhán, sí, es como la iguana, que en cada espacio adopta el color que más le conviene. La última pillería al respecto, por cierto, no viene desde tierras lejanas, desde Asia o California, sino desde la vecina y bendita Extremadura. Allí dos jóvenes, uno extremeño y otro chino, anunciaron a bombo y platillo que habían creado su propia compañía de teléfonos, con tal fortuna y pericia que ponían a la venta un modelo similar al último supermegamóvil de Apple pero a un precio mucho más bajo. Incluso personalizaron su creación con un logo en el que una bellota, tan característica, ocupaba el espacio de la clásica manzana. La feliz idea tuvo repercusión en la prensa, y los dos jóvenes se dejaron fotografiar con sus supuestos móviles y sonrisas de oreja a oreja. La mala fortuna, claro, es que la difusión que tuvo la noticia dio pie a que los internautas se coscasen de que los móviles no eran creación propia sino dispositivos de una marca china a la que los dos supuestos prendas le habían cambiado el logo y multiplicado el precio. El capítulo, tan español, acabó con los jóvenes eliminando su web y dándose a la fuga virtual y con la sensación de que el mundo de las telecomunicaciones se ha convertido en Gomorra. Leyes estrictas y sentencias ejemplares hacen falta para acabar con esta pandemia golferil, y no tanto por estos jóvenes sino por todas esas corporaciones que se camuflan de happy mientras por dentro las habita un espíritu estafador más viejo que el dolor de muelas. Truhanes XXI que al cabo no son tan distintos de los buscones XVI.

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