Cenacheriland
Ignacio del Valle
Tragarte tus palabras
El interesante reportaje de Pedro Ingelmo que publicamos ayer sobre la inmigración puso negro sobre blanco los datos oficiales de la Policía (recomiendo su lectura si alguien se lo perdió). Es tan absurdo vincular inmigración y delincuencia como negar que las vacunas del Covid salvaron vidas, por poner un ejemplo al alcance de todos. La delincuencia que moviliza a algunos (la de guante blanco, la que nos roba millones, esa no) está ligada a la pobreza y a la falta de formación y recursos.
Hay expertos sociólogos, antropólogos, psicólogos y politólogos que han desarrollado teorías sobre por qué se produce el odio a las personas migrantes y cómo es posible que ese discurso cale en personas medianamente formadas. No vamos a cuestionar a los expertos, ni mucho menos.
La inmigración es un problema complejo con muchas derivadas y hay tanta casuística como personas. Precisamente por eso es más fácil simplificar los mensajes. Vamos a ello. Uno de mis abuelos estuvo trabajando en la isla de Fernando Poo en los tiempos de la Guinea Española, allí enfermó y lo cuidaron; es evidente que salvó la vida. El otro abuelo emigró de un pueblo de la montaña de León porque eran muchos hermanos y no tenían para comer todos.
Los dos fueron inmigrantes en una historia similar a la que podrían firmar la mayor parte de los andaluces y españoles de hoy en día. En los años 70, en los bares en Francia se prohibía la entrada a “perros y españoles”. ¿Por qué se nos ha olvidado?
El discurso político actual se caracteriza, entre otras cosa, por culpar siempre a otro de los errores en la gestión: el Ayuntamiento a la Junta, la Junta al Estado, el Estado a Europa, Europa a Trump... De manera que es más sencillo decir que quienes cometen delitos son los de fuera, los que han venido a quitarnos lo que tenemos y no un joven sevillano nacido en cualquier barrio que se ha ido por mal camino. Eso sería asumir responsabilidades. Y no, claro.
Hay un dato más cruel. Los inmigrantes, en general, no votan, por lo que da igual lo que opinen de las personas que tienen responsabilidades públicas. Y otro tanto igual, un andaluz tiene que culpar a alguien de su incapacidad para prosperar en la sociedad.
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