Cenacheriland
Ignacio del Valle
Tragarte tus palabras
Ser un salido, un abusón y un sátiro de oficina y ejercicio de cargo no sé si es corrupción. Diría que, técnicamente, no, aunque entre corrupto y guarro existe cierta sinonimia. Pero ahí anda la cosa, es cuestión de límites y frecuencia. Si eres un cerdo ocasional o beodo, por una fiesta de trabajo con combinados y bailoteo, sea nocturno o en el ahora llamado “tardeo”, no eres un guarro esencial: una mala tarde la tiene cualquiera/o. Si lo eres con pedigrí y trayectoria, y además lo saben todos, todas y todes (¿ya no se dice eso? Word no me lo subraya en rojo, probaré otra vez: todes... oye, pues aceptamos todes como género humano de compañía lingüística), si lo eres con oficio, decimos, entonces eres un caliente nato y cual jeringo de rueda dominical y proverbial palo del titular de la churrería.
Pero, con la mirada de magistrado de tu propia instancia perdida entre los electrodomésticos, se pregunta uno ¿por ser calentón y manilargo se es delincuente, denunciable, punible? No encuentro en este momento la toga ni el Código Penal ni la Ley del sólo sí, puede que sólo haya soñado, pero como buen español contemporáneo, soy jurista autodidacta (además de médico recetante, seleccionador nacional de fútbol o miembro de la Santa Inquisición de la Paella y la Tortilla de Papas en Red Social). Por desbrozar el pantanoso y peliagudo contexto de la cosa, lo que parece indiscutible en el asunto de la seducción tirante a intercambio de fluidos en el trabajo es una cosa: el acosador es tío, y no es mayoritaria su tórrida condición en su género, aunque tampoco escasea. Para ser un acosador sexual de manual hay que tener poder sobre su presa. O sea, ligar en el ecosistema “curro” es cosa de dos; allá ellos. Pero ejercer el mando para pillar cacho es ilegal. Y, oiga, común.
El poder corrompe, pero al parecer pone bastante caliente, y cataliza la molestia a su víctima con diverso grado de temperatura. Descartemos que una mujer a la que el poder pone a sus soberanas pajarillas, y que guste del roneo y hasta del motel sea una víctima de acoso. Puestos a descartar, descartemos que los partidos políticos estén tan llenos de guarros como las antiguas salas X de cine. Lo que es lisérgico es que se declare uno feminista y lleve su cosita en ristre –expreso o silente– entre ordenadores, expedientes y sillas ergonómicas. El vigente campeón nacional de la Liga Hyperhot es el PSOE. Él, y digo Él, no sabía nada. Saber se le da peor que meter embustes.
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