En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
En Contra la censura (Debate), el gran escritor sudafricano y Nobel de Literatura J. M. Coetzee denunció los mecanismos censores a través de casos históricos de muy distinta naturaleza, desde Erasmo, D. H. Lawrence, Mandelstam o Solzhenitsin a los escritores sudafricanos víctimas del apartheid. Para Coetzee la censura es una muestra del poder de quien la ejerce, pero también, al identificar al creador como un peligro, de su debilidad, como si su ilegitimidad le obligara a acallar las voces que la denuncian, reconociéndolas como un contrapoder peligroso. Naturalmente sin admitir ni su ilegitimidad ni su temor, justificando su acción censora en la posesión de una verdad política, ideológica y moral absoluta cuya puesta en cuestión no puede ser tolerada en nombre de un bien público identificado con el poder.
La distinción entre censura ideológica y moral, o política y artística, ejercidas siempre por un mismo poder a través de la ideología, halla, en lo que a la moral se refiere, su más compleja plasmación en el capítulo dedicado a la pornografía, en el que aborda la lucha de las feministas contra ella a partir de los postulados de Catharine MacKinnon: “La liberación sexual en el sentido liberal da rienda suelta a la agresión sexual masculina en el sentido feminista”. Una cuestión que, según el autor, es “un callejón sin salida” en el debate sobre la libertad de creación y expresión.
Años después parece que su postura se ha matizado. Con motivo de la publicación de Don de lenguas (El Hilo de Ariadna), intercambio de ideas con la escritora y traductora Mariana Dimópulos sobre la traducción y los aspectos políticos, científicos e ideológicos del lenguaje, Coetzee ha dicho que no es partidario de alterar los textos clásicos que sirven para los estudios académicos (faltaría más, cabe decirle), pero que cuando se trata de literatura de gran difusión, “si un libro es racista o machista soy partidario de adaptarlo a la sensibilidad ideológica del presente”.
Digo yo, con toda modestia frente a tan gran escritor, que adaptar lo que una cierta sensibilidad ideológica considera intolerable es lo que siempre hicieron los censores. La universalización en las democracias de lo que la censura de nuestra dictadura hizo con Mogambo.
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