Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Los informes –solventes– se multiplican en los últimos meses: dos millones y medio de jóvenes españoles viven en situación de precariedad; nueve millones de personas sufren algún tipo de exclusión social; en 1994 las clases medias suponían el 58% de la población española, en 2025 representan el 43%; el 11% de los trabajadores está en riesgo de pobreza, la tercera peor tasa en la Unión Europea; el 17% de los españoles sufre privaciones materiales, la cuarta peor tasa de la UE; el 45% de la gente que vive de alquiler se encuentra en riesgo de pobreza... ¿Sigo?
Lo curioso es que todos estos dramáticos guarismos están siendo compatibles con las cifras enormemente positivas que ofrecen el crecimiento económico nacional, el nivel de empleo y afiliación a la Seguridad Social, el consumo y la creación de riqueza. Mejoramos como país, a la vez que empeoramos como sociedad. Tenemos un grave problema: la desigualdad social aumenta.
Me apresuro a matizar que esto no supone una enmienda a la totalidad a la política económica del Gobierno, el único terreno en el que lo está haciendo bien en términos globales. Sí es una puntualización al triunfalismo con que presenta sus logros en la economía. Muchos españoles lo están pasando mal en pleno periodo de dinamismo económico general y mientras los bancos reparten cada vez más suculentos dividendos (por poner un ejemplo de los que siempre salen ganando). La desigualdad crece. No se puede proclamar alegremente que vamos como un cohete. Es una afirmación simplista.
Es cierto también que la solución al problema excede con mucho a las posibilidades y competencias de un solo gobierno. Se ha incubado desde la crisis de 2008 y sus remedios, la pandemia, la falta de política de vivienda digna de este nombre, la crisis de los alquileres, la carestía de la vida, la precariedad, el abandono de la juventud en favor de las clases pasivas, etcétera.
Lo que se puede imputar a este Gobierno y a los anteriores es su cortoplacismo y su incapacidad para afrontar las causas de fondo del malestar social que va germinando y creciendo en los sectores populares que se sienten injustamente tratados por el sistema. Ahí es donde cunde la desafección y arraigan los populismos. No me alerten más de que avanzan las ideas reaccionarias, entiendan por qué avanzan y pónganse de una vez a combatir sus causas. Y aparquen los cohetes.
También te puede interesar
Lo último