Ignacio del Valle
Sabor a puente
Alaquás, Albal, Aldaia, Alfafar, Algemesí, Benetússer, Catarroja, Massanassa, Paiporta, Picanya, Sedaví, …, entre otros, han sido cruelmente arrasados por el lodo y el agua. Son pueblos que he conocido muy a fondo, con los que he tenido relación profesional en mi etapa valenciana. Pueblos que, salvo alguno que otro, ya sufrieron otra gran inundación cuando la presa de Tous, aunque no de las tremendas consecuencias de la acaecida en estos días. Son pueblos de la huerta valenciana, una huerta que, en cuestión de horas, ha perdido la riqueza que atesora y cuya agua ha dejado de murmurar cantos de alegría para convertirse en las lágrimas del más noble pueblo de España. Con ellos, en la arrasada huerta, está mi corazón. Con mi pésame a los familiares de los fallecidos y un canto de esperanza a los supervivientes que se han quedado sin nada, porque el solidario pueblo español se volcará ayudando a superar la desgracia. Así, estoy seguro, Valencia volverá a seguir ofrendando nuevas glorias a España. Pero son horas de ayuda, de solidaridad, de oración y de tomar resoluciones para mitigar el dolor de todos los damnificados de la DANA. Ya llegarán las horas de los análisis y exigencias de responsabilidades por lo ocasionado y lo que pudo haberse evitado. Por los errores y las inconsecuencias de aquellos que tenían el poder de decisión. No es hora de políticas, es hora de planificación, de trabajo y de ejecución.
Pero, a pesar de mi extremo dolor y mi compasión por todas las víctimas, fallecidas o sobrevivientes, lo que debería haber sido un día feliz, este martes día 5 de noviembre, se me ha convertido en un día en el que tengo que cumplir con la obligación de presentar mi libro “Hermosa Sicilia”. Lo haré, tal como está previsto y organizado por la Fundación Unicaja que es la editora, en la Sala Eduardo Ocón de la Sala María Cristina, a las siete de la tarde, junto a Mariano Vergara Utrera, Salvador Moreno Peralta y con los amigos que tengan a bien venir al evento. Será un rato de charla sobre mis experiencias en una de las islas más subyugantes del mediterráneo, aparte de la mayor de todas ellas. Una isla que me apasionó nada más conocerla y cuya pasión he querido compartir con todo aquel lector que se acerque a las páginas de mi libro.
Sicilia tiene el encanto de haber sido escenario de gran parte de los mitos narrados por Homero en su Odisea o por Virgilio en su Eneida. Lo cuento en mi libro. También la isla es testigo de la gobernanza de los tiranos de las colonias fenicias o griegas que se instalaron en su fantástica orografía. Griegos que vieron, en un volcán activo permanentemente, al gigante Polifemo arrojar piedras al barco de Ulises para evitar que éste escapara de sus iras. O que bautizaron a una parte del mar Mediterráneo como mar Iónico (Jónico) en honor a la sacerdotisa, llamada Io, que tuvo que atravesarlo al huir hacia Egipto, donde se convirtió en Isis.
Sicilia es subyugante porque, como decía Stendhal, es como una hermosa mujer deseada por todos. Y, efectivamente, todos la conquistaron porque todos la desearon. Griegos, romanos, árabes, normandos, franceses, aragoneses, españoles… Españoles que dejaron una huella imborrable en Sicilia, tal como Sicilia les dejó prendado el corazón
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