Corto

24 de agosto 2025 - 03:10

Tres décadas después de su muerte, la figura de Hugo Pratt se agiganta cada año que pasa y el italiano ya no es sólo uno de los dibujantes de referencia de su generación, sino también, al menos para sus numerosos devotos, uno de los grandes creadores del siglo XX. No me toca a mí llamarme artista, decía, y aunque se definía como autor de historietas prefería hablar –muy precisamente en su caso– de literatura dibujada. Era un lector entusiasta que reunió una biblioteca de veinte mil volúmenes y él mismo explicó que la construcción de su personaje más emblemático, el inmortal Corto Maltés, le debía mucho a los libros de autores como Stevenson, Conrad o Jack London, aunque para la entrega inaugural de la serie, La balada del mar salado, reconoció haberse inspirado en la popular saga de La laguna azul del irlandés Henry de Vere Stacpoole. Si tuviéramos que citar un solo libro, no el primero que leímos sino el que representa más que ningún otro de cualquier escritor un punto cero de la memoria sentimental, elegiríamos La balada, originalmente publicado en 1967 y que en la edición española de Totem (1978, reeditado en 1982) quizá sea el que más a menudo frecuentamos de adolescentes, hasta el punto de recordar los momentos exactos de cada relectura, los cigarrillos largos que adquiríamos para estar a tono y la expresión soñadora –como la de Corto pensando en Pandora Groovesnore– que nos acompañaba durante días o nos acompañaba siempre. Salvo en la gorra de marinero, que aquí parecía cosa de poeta señorito de la escuela de Barcelona, lo imitábamos en todo, las credenciales libertarias, las largas patillas y por supuesto el aro en el lóbulo de la oreja izquierda. Como observó Dominique Petitfaux en su libro de conversaciones con el maestro, Corto, un héroe o antihéroe romántico, es también pragmático y pudoroso, cosa rara en los hombres de acción. Frente a la creencia general, su creador nunca dijo que muriera en la guerra de España, sino que desapareció o se le perdió el rastro en ella, y de hecho consta por una carta transcrita en La balada que llegó a la vejez en fecha indeterminada. Sabíamos que Pratt no conoció los mares del Sur sino mucho después de haberlos dibujado, ya en los noventa, y también eso constituía una lección, pues nadie podía decir que su maravillosa recreación no fuera genuina. La imaginación todo lo puede y es la plena libertad lo que caracteriza el territorio de la aventura.

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