Félix Godoy
José María Muñoz no puede seguir al frente del Málaga CF
El pasado miércoles 7 se inauguró en la Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga la exposición En clave de sol. Málaga y Elena Laverón. No puedo evitar que la emoción me embargue cada vez que me encuentro frente a la magia que brota de las manos de Elena. Vienen a mi memoria los primeros encuentros con su obra: dos bronces —Mujer en chaise-longue nº 4 y Torso de hombre— donde el vacío, lo invisible, lo no dicho, lo dice todo. Me enamoraron. Fue el inicio de mi amistad con la escultora y con su esposo, el entrañable y siempre recordado doctor Aser Seara.
Aquel descubrimiento fue solo el principio. Desde entonces, mi contacto con su obra se hizo constante. En Málaga, en Ceuta, y en España. También más allá de nuestras fronteras: esculturas permanentes y exposiciones en Europa, como su Pareja sentada a la entrada del edificio de la UNESCO en París, o su participación en la Bienal de Bad Ragaz (Suiza)–Liechtenstein, que reúne, por invitación, a los escultores más prestigiosos del mundo. Fue entonces cuando comprendí que Elena Laverón es la escultora más universal que ha dado Málaga. Su presencia en colecciones públicas es impresionante: museos de Mülheim (Alemania), Toluca (México), el Guggenheim y la Hispanic Society de Nueva York, el Danforth Museum of Art en Massachusetts, y, por supuesto, museos nacionales como los de Madrid, Málaga, Huelva o Alcalá de Henares. Su huella también embellece numerosos espacios públicos: desde París o Atlanta, hasta Madrid, Málaga y, naturalmente, su Ceuta natal. Y aún más: muchas de sus obras viven en colecciones privadas esparcidas por el mundo. Elena es, sin lugar a dudas, malagueña y universal.
Mi más sincera felicitación a José María Ruiz Povedano, presidente de la Económica, por la iniciativa, y a Fundación Unicaja por su patrocinio. Pero, sobre todo, a las comisarias: la catedrática y académica Rosario Camacho y la historiadora del arte Mónica López Soler, quienes han logrado algo extraordinario. Han expandido el concepto expositivo, musealizando todos los espacios de Málaga y provincia donde se encuentra obra de Laverón. Así, el espectador puede comprender la verdadera dimensión de esta artista, mientras se sumerge también en el universo íntimo de su proceso creativo como escultora. No menos admirable es el catálogo: una auténtica obra de arte en sí mismo.
Elena suele decir: “Me gustaría que todas mis obras estuvieran en las calles. Me gusta que la gente participe, que se suba a ellas, porque les sacan brillo”. Y no cabe duda: su obra invita a la cercanía. Hay en ella una vocación participativa, un deseo de diálogo con quien la contempla. Sus esculturas —bancos, animales de ternura palpable, figuras de gesto sereno— piden ser tocadas, recorridas con la mano, incluso montadas, como ese caballo que ocupa el corazón de la exposición en la Económica. Sin embargo, más allá de las grandes instalaciones públicas, existe otra faceta igualmente valiosa: sus ediciones limitadas en pequeño o mediano formato, accesibles y pensadas para convivir en espacios íntimos. Tener una obra de Elena en casa es un privilegio. Sus bronces transmiten emociones humanas profundas, logran “tocar la fibra sensible” del espectador. Producen una respuesta íntima: empatía, admiración, o esa conexión inexplicable que solo el arte verdadero logra. Como si el bronce pudiera mirar, bailar o hablar el lenguaje universal de los sentimientos.
También te puede interesar
Félix Godoy
José María Muñoz no puede seguir al frente del Málaga CF
Yo te digo mi verdad
Manuel Muñoz Fossati
Navidad negra
Confabulario
Manuel Gregorio González
Lotería y nacimientos
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
La senda de Extremadura
Lo último