Ignacio Del Valle

En mi época

02 de noviembre 2023 - 00:00

Con el perfume del gladiolo de todos los santos, precedido de las calabazas regadas durante la noche de Halloween, nos despacharon un uno de noviembre veroñal en Cenacheriland. Radiante. Rebosante de ritos y liturgias. Cosas de celebrar la muerte, la vida eterna y pasarse por la parroquia encendida con restos de maquillaje calavera. La misa cantarina en vías de Tik Tok con puesta en escena del nuevo testamento, evangelio según san Lucas a la guitarra. Día de sentir ausencias dolientes, cicatrizadas con la erosión y mala baba de un calendario caracol. Muchas novedades para que asimilemos los viejenials camino a la jubilación pensionada y el más allá. Boomers de esos que decimos “en mi época” como si ya nos hubiesen comido todas las fichas del parchís. La experiencia, sino un grado, es curiosa aventura y cualquier persona que haya sobrepasado la cincuentena sin trasplante capilar y bótox se merece respeto por el hecho de pervivir con un par de intervenciones quirúrgicas en el historial médico tal y como están las coSAS. Si el pensionista frisa ya los ochenta lo de haberse jamado la posguerra y el blanco y negro de tanto NO-DO, lo suyo es meritorio. Y si anda en activo como los Rolling Stones, y trabajando en lo suyo, me descubro ante vd. No es que censure que muchos coetáneos se refieran a su época y la identifiquen en exclusiva con la plenitud de sus años mozos. Tendemos a idealizar la juvenalia garañona, pero aparte del tipín, poco se añoran las tribulaciones y comeduras de tarro y sobre todo las indigestiones de amores atragantados que nos hicieron quemar tantas madrugadas de ojos rojos. Las incertidumbres mutan y se renuevan. Cada década tiene su intringulis y por cotilla curiosidad se aguanta para despejar el desenlace de los inminentes culebrones vitales. Vamos bien servidos de escándalos, guerras, crisis y vaivenes económicos. Y ahí seguimos levantándonos a diario para pelear un asalto más en el combate por la rutina tranquila. Por eso, cuando se le ha dado la vuelta al jamón, y se es consciente de que queda menos para la próxima parada y fonda en PARCEMASA, todo se relativiza o da un miedo espantoso, según el día. Entonces surge la urgencia de poner los asuntos en orden y dejar tanta paz como la que se supone que uno se lleva. Alegría musical y poco más.

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