La ética de la responsabilidad

Es la llamada ética de la responsabilidad contra la ética de la convicción que tan analizó Max Weber

No siempre se pueden tomar las decisiones que más agradan y, en ocasiones, en aras a evitar males mayores, es necesario adoptar resoluciones que pueden no coincidir con nuestros más inmediatos deseos. Es evidente que siempre hay que medir las consecuencias que pueden derivarse de nuestros actos y analizar si el mal que puede causarse es superior al beneficio que podamos conseguir. Es la llamada ética de la responsabilidad contra la ética de la convicción que tan acertadamente analizó Max Weber. En esta compleja disyuntiva se han encontrado muchos miembros de los grupos parlamentarios del PSOE y de UP ante la elección de los vocales del Tribunal Constitucional. Se ha llegado a tal nivel de deterioro institucional que la prevista renovación de los componentes de esa institución se ha convertido en un bien tan prioritario que ante ella hay que sacrificar convicciones y criterios éticos. Qué duda cabe que a muchas de sus señorías le hubiera apetecido votar en contra de la provocadora propuesta hecha por el PP, pero con esta ética de la convicción estarían poniendo en peligro el normal funcionamiento de diversos organismos constitucionales que la mezquina táctica parlamentaria del grupo popular tenía paralizados. Es cierto que dejarse llevar por el primer impulso, como han hecho miembros de grupos políticos cuya actitud no tenía carácter decisorio, gozaría de mayores simpatías ante un sector de la opinión pública, pero como resultado de esta decisión nos encontraríamos de nuevo con los órganos constitucionales atascados sin posibilidad de renovación y con un PP crecido, intentando invertir el peso de la culpabilidad de esta anómala situación y acusando al gobierno de ser causante de la paralización. Ante este panorama y ante los perjuicios que esta decisión pudiera acarrear el compromiso de los parlamentarios les lleva a aprobar propuestas infumables con tal de no servir de excusa para que la derecha siga manteniendo su actitud obstruccionista y anticonstitucional. En este caso la responsabilidad forma parte esencial de la propia convicción. No hay en este caso contradicción alguna.

Convendría no desenfocar el problema porque si alguien tenía la posibilidad de aunar la convicción y la responsabilidad era la dirección del partido popular realizando una propuesta de vocales más acorde con las exigencias de independencia e imparcialidad que la institución requiere. Pero eso sería adentrarse en la política ficción.

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