En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
LOS trabajadores y la empresa dieron ayer un paso más al firmar el acuerdo sobre el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que significa el despido de los 297 operarios que quedan en la que otrora fue la primera planta y que significa en la práctica el cierre de Isofotón después de treinta años de historia. Porque en la que fuera primera planta mundial de fabricación de paneles solares apenas quedarán una veintena de operarios en el centro de trabajo durante las tres próximas semanas, dedicados a labores de contabilidad y sellado de algunos departamentos que tratan con productos químicos. Era la única salida que le quedaba a un plantilla, después de cinco meses sin cobrar y sin poder incluso percibir el desempleo. Es, por tanto, muy complejo que la empresa pueda resurgir de estas cenizas. Este esperado final pone el broche a un cúmulo de despropósitos y a una sucesión de pésimos gestores con dudosos intereses en este negocio, que sólo han servido para enterrar la que fuera una industria pionera que en 2008 llegó a facturar 415 millones de euros y dos años después exportaba el 80% de su producción. El pasado mes de junio ya se materializó un primer ERE que afectó a 350 trabajadores, justificado por motivos económicos y una pérdidas superiores a los 18 millones sólo durante el primera semestre. Una medida que avaló el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Más tarde se concretó el concurso de acreedores y finalmente esta extinción de la actividad. Hay casi un millar de acreedores perjudicados y sólo desde el pasado mes de abril, la firma ha perdido una veintena de juicios por un montantes de 2,2 millones. Pero el principal acreedor es el Gobierno andaluz que solicita de Isofotón nada menos que 44 millones de euros. Y es que desde 2003 el Ejecutivo autónomo ha concedido préstamos, avales y subvenciones nada menos que por 62 millones de euros. La última ayuda la facilitó el año pasado, en la creencia de que saldría adelante un contrato con la empresa coreana Samsung, que fue a la postre el canto del cisne de Isofotón en Málaga. Por más que ahora se anuncien la incoación de expedientes administrativos para exigir el reintegro de algunas de estas aportaciones. Un vez más se demuestra con hechos la facilidad con la que la Administración andaluza transfiere dinero público sin las mínimas garantías de solvencia o viabilidad de los proyectos que respalda o de la capacidad de los gestores a los que socorre. Isofotón todavía presume en su página web de estar presente en 60 países. Resulta paradójico, al margen de la pujanza del sector en China, o el fin de las ayudas públicas en España a las energías renovables, que la planta pionera eche el cierre.
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