La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
SE echa en el falta en el mundo occidental una de esas imágenes que con frecuencia llegan desde Japón. Algún gran directivo de una multinacional o un ministro corrupto que se expone a un acto de contrición público en el que expía sus pecados delante de las cámaras. No es necesario que se llore, aunque esas lágrimas resultan conmovedoras y creíbles. Si no lo son, Kurosawa se perdió una ristra de actores de calidad.
"El éxito tiene muchos padres, el fracaso es huérfano", decía John Fitzgerald Kennedy parafraseando a Napoleón. La frase evoluciona pero sigue vigente décadas, y siglos, después. Más que nunca, quizá. La elusión de responsabilidades es nota predominante en todos los aspectos de la vida. En el trabajo, en la familia, en la sociedad en general. Asumir que se ha errado cuesta. Es inherente al ser humano. Por eso se valora quien tiene la valentía de reconocer errores y admitir el fracaso.
Aplicable todo a la situación que atraviesa el Unicaja, el equipo que en la última década ha llevado la bandera del deporte malagueño. No se ha clasificado para la Copa del Rey, la gran fiesta del baloncesto español. Probablemente, la entidad financiera es el mejor patrocinador que existe en el baloncesto europeo. El más fiel, seguro. Los gigantes de la canasta continental son sostenidos por mecenas que no saben cuánto dinero tienen en el caso de rusos y griegos, por clubes de fútbol (Madrid y Barcelona) o por el sistema (Maccabi). En la crisis tan brutal que asuela, se aplaude el mantenimiento de esa apuesta ambiciosa. Duele más, si cabe, este fracaso. Pasear por las nubes como se hizo en el trienio que fue de 2005 a 2007, en el que se engarzaron los títulos de Copa y ACB y la presencia en la Final Four, dulcificó el paladar de los ahora exigentes aficionados. Demasiado, seguramente. Pero en aquellos momentos de gloria, los padres de los éxitos se multiplicaban. No los busquen en el fracaso. Es huérfano.
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