Reflejos de Málaga
Jorge López Martínez
¡Que viene el ‘loVox’!
Cómo podría uno estar en contra de que, ante una catástrofe, se haga un funeral de Estado, aunque no regale gran consuelo a quienes perdieron para siempre a sus queridos. Tampoco cabe estar en contra, para qué, con que se proponga que se haga un funeral alternativo al común, el que cursa con una misa en una parroquia. Pero con la dana asesina resultó sospechoso: ¿el enésimo Pisuerga por Valladolid que aprovechar? Una alternativa innecesaria y, en el fondo, desprovista de compasión por las víctimas y sus familias. ¿A cuántos funerales laicos ha ido usted? ¿Y qué significado tiene ese gesto?
Los funerales en España y en muchos otros sitios son ritos cristianos, como los bautizos y las primeras comuniones. Cuando la espiche, ya me dará igual todo, al ser ya nada en esta tierra, pero que le den el pésame a mi gente en un templo. Sea el caso de creyentes, mediopensionistas o descreídos de aquí, el repentino afán laico debe ser considerado un ejemplo del vicio de hacer, de los problemas, tonterías; y de las tonterías, bronca. ¿Preferiría usted, ya sin ser usted y ya de vuelta al polvo, reunir a sus abandonados en un sitio campestre u otro escenario ocurrente? Pues adelante. Pero no es coherencia ni laicismo hacer de una tragedia colectiva marketing político, la enésima trivialidad entre partidos. Los muertos les importan a los asesores y sus jefes menos que la demoscopia y la tinta de calamar.
No queda lejos la actitud algo provinciana de grandes damas ateas de nuestra política retocándose los labios, haciéndose selfis y vestidas de riguroso negro en las exequias del Papa Francisco, con quien nuestra vicepresidenta Díaz, nada católica, decía mantener una estrecha relación; colegas de siempre. Aunque Bergoglio, en trance de devolver los trastos a San Pedro, no tuviera idea de quién era Yolanda (es una conjetura). Roma bien vale un postureo. Valencia, no. Es obsceno aplicarse en lo del muerto al hoyo y el vivo al bollo. Rechina que a la parroquia se le hagan ascos, y es que no es justo. Para estas cosas luctuosas está, entre otras. Para albergar en persona una poca paz y compañía para los vivos por sus muertos, las iglesias son lo habitual. En ellas, además, se hace bien sin alharacas, según puede saber cualquiera. España es un Estado aconfesional y cabe disentir en esto, por qué no. Para qué sí, esa es la cuestión.
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