Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
En nuestro afán por figurar, no damos una para conseguir un evento pinturero. Capital Europea de la Cultura 2016, la Expo de 2027 —aquella de la era urbana: hacia la ciudad sostenible–. Hemos renunciado también a la sede futbolera del Mundial 2030, a repartir entre varias localidades de España, Portugal y Marruecos. Nuestro arcade vintage ha salido por peteneras, argumentando el excesivo coste de la reforma del estadio de La Rosaleda, que casi cuadruplica el presupuesto inicial. También lo ajustado de los plazos para tener el coliseo a punto. Súmese la dificultad del traslado temporal del equipo de la Bombonera a otro campo alternativo. Y más razones de cajón para tomar el olivo y quitarse de en medio. Por lo menos, echarle un poco de cabeza en vez de precipitarse y plantear con tiempo un nuevo estadio de fútbol a la altura de Cenacheriland. La Rosaleda y su entorno huelen a suculenta operación inmobiliaria. Ladrillo fresco. Ya hemos visto cómo los barrios de El Bulto y El Perchel, gracias a su centralidad, se han convertido en ubicaciones premium. Pero la renuncia a la sede, el gatillazo mundial, ha herido el orgullo colectivo. Los aficionados estaban emocionados con este fanático fenómeno. Lo del pan y circo suma votos. Para la marca ciudad, un acontecimiento global siempre es bienvenido. Se aprovecha para dar un lavado de cara urbanístico.
Tenemos en la memoria lo que significaron para Cataluña los Juegos de Barcelona 92, con Cobi, y para Sevilla la Expo 92 con Curro, en la era preinternet. Los tiempos que nos asombran hoy son diferentes y más acelerados. Estamos más conectados que nunca. Cenacheriland ha ganado muchas posiciones como destino vacacional y de ocio. Nos quejamos de la gentrificación del casco histórico, los apartamentos turísticos, la masificación... Por las migajas de la sede de Málaga se están postulando ciudades como Vigo y Valencia. Hay una obsesión casi patológica por protagonizar estas citas de gloria mediática, en las que es raro que salgan las cuentas. Todo se queda en intangibles, y en las molestias de obras y ruidos por todas partes. Poco más. A Francisco de la Torre, en vez de alcalde, le han puesto a caldo desde la oposición, hasta los que despotrican del deporte grey. Con el caparazón que se gasta, ni colorado ni amarillo. Llegó justo para rescatarle la Virgen del Carmen con su buena estrella. Y a repetir el truco ;-)
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