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Víctor J. Vázquez

vvazquez@us.es

La gobernabilidad de riesgo

La singularidad de Vox en el sistema de partidos interpela no sólo al PP, sino en un determinado momento, al propio PSOE

Sin un objeto contradictorio como es España no se hubieran escrito los Episodios Nacionales. España, substancia novelesca, llevó en el pecado estético su penitencia política: la tendencia al desorden y, en concreto, al desorden constitucional. La Constitución de 1978 se sobrepone a esta circunstancia haciendo síntesis entre la razón jurídica (democracia, derechos y separación de poderes) y los fragmentos disputados de nuestra historia (nacionalidades, Monarquía, Iglesia). Las pruebas de su resistencia son palmarias. El terrorismo sistemático de ETA. Una crisis que erosionó la legitimidad del bienestar constituyente. La corrupción. La quiebra de la lealtad territorial... No obstante, sobre todos estos, el factor que más ha tensionado nuestro marco constitucional ha sido la transformación de nuestro sistema de partidos. La ruptura del orden bipartidista nos ha situado primero ante el riesgo de la ingobernabilidad, luego ante la necesidad de una gobernabilidad de riesgo. De no dormir tranquilo por las noches, según el presidente. Los resultados de las municipales han abierto la discusión sobre la simetría de los riesgos entre una gobernabilidad del PP con Vox y la fórmula en la que hasta ahora se ha apoyado el presidente Sánchez. Desde luego, no es incompatible el sentimiento de preocupación por un gobierno apoyado parlamentariamente por partidos que rechazan a España como idea, con el sentimiento de vergüenza ante la posibilidad de que ese mismo país, España, pueda adecuarse al retrato soñado por sus difamadores. Vox impugna valores centrales de la Constitución y disfruta, como partido populista reaccionario, de una ecología propicia en Europa. A diferencia de Bildu, que nunca superará los 8 diputados en el Congreso, el techo electoral de Vox se sitúa por encima de los 50, siendo además un partido determinante para la gobernabilidad de municipios y autonomías por todo el territorio. La singularidad de Vox en el sistema político interpela a la altura de miras no sólo al Partido Popular, sino, en un determinado momento, y por razones pragmáticas de cultura constitucional, al propio Partido Socialista.

PD. En Cataluña, las principales ciudades, menos Girona, son gobernadas por el PSC y el PP. Es bastante probable que sin el espacio electoral de Colau, la capital de Cataluña hubiese sido bastión independentista desde 2015. La animadversión del independentismo hacia Colau es, obviamente, muy superior, por ejemplo, que hacia Cayetana Álvarez de Toledo. Impredecible y contradictorio episodio nacional.

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