NOTAS AL MARGEN
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Confabulario
Es probable que el Gobierno de la nación se halle en trance de caer, como la torre de Pisa. Se inclina, desfallece, parece que va a precipitarse de inmediato, pero ahí sigue: melancólicamente erguido, sin mayor ocupación que esta de aguantar a todo trance. Hay sólidas razones para pensar que serán las numerosas cuitas judiciales que persiguen a destacados ex miembros del Gobierno y del partido, aquellas que finalmente hagan inútil cualquier resistencia. Uno cree, sin embargo, que el “cambio de ciclo”, expresión vagamente astronómica, tendrá su origen en distinto lugar, y que serán cuestiones más prosaicas las que decanten la situación hacia el apetito y la necesidad de renuevo. Me refiero a la sensación de colapso que hoy, en buena medida, nos embarga.
Con esto no se alude a un gobierno sin presupuestos, ayudado de decretos-ley. Lo cual no es, desde luego, una forma óptima de gobernar. Se alude, más sencillamente, a la sensación de colapso físico de las estructuras del Estado, derivada de un miedo cierto a los apagones, de un dramático desfallecimiento de la red ferroviaria y de la saturación, previsible o no, de algunos aeropuertos españoles. Suponemos que las notables cantidades destinadas a la ampliación del Prat tienen dicha intención. Pero no tenemos noticia de que esto se vaya a extender por el resto de la geografía española. Por otro lado, un nuevo apagón, como el que padecimos recientemente, no haría mucho en favor del crédito del Gobierno, dadas las temperaturas que hoy se disfrutan. Es, sin embargo, la plural ineficacia de conjunto, en un país cuyo primer negocio es el turismo, lo que acaso acabe por alimentar en la población una vertiginosa idea de parálisis o de retroceso (el empeoramiento del servicio de trenes es una abrumadora realidad), que no carece, en absoluto, de consistencia.
Braulio Ortiz, poeta doblado en periodista, destacaba el lunes en estas páginas el fructífero encuentro entre el ministro Urtasun y la consejera Del Pozo para la ampliación del Bellas Artes de Sevilla. Curiosamente, ambos aparecían retratados ante la Inmaculada niña y el San Antonio de Padua de Murillo. Dada la tesitura en que se halla el Gobierno de la nación, no estaría de más un poco de ayuda ultraterrena para que la ampliación del Bellas Artes llegue a su término.
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