Los jinetes de la desolación

"Está desapareciendo lo que mis ojos han visto durante toda una vida", narra con desesperación un vecino de Genalguacil

Es la trilogía normal aunque no se asiente en un orden natural. Málaga vive un verano con continuos episodios de calor. Podemos contabilizar desde junio una quincena o más de días con temperaturas extremas. Las noches tórridas, aquéllas en las que la temperatura no baja de los 25 grados, han dejado de ser una excepción. Pero se puede empeorar. Meteorología las denomina "infernales", cuando el mercurio no desciende de los 30 grados durante el horario nocturno. Y los expertos auguran días en la Costa con 50 grados. Con esta sequía, la vegetación se acumula y el riesgo de combustión se eleva a la mínima oportunidad. Una tormenta, una negligencia o algún desalmado , como todo indica que ha sucedido, y la catástrofe está asegurada. Al enésimo día de terral no era difícil pronosticar que la mecha prendería. Dos focos a la vez y pruebas de su intencionalidad. Con el fuerte viento como aliado, la naturaleza se vuelve imbatible. Habrá que preguntar a tanto dirigente político que se ha paseado estas jornadas por el centro de mando como privilegiados observadores, si se ha actuado con la diligencia necesaria. La muerte de un bombero forestal a las pocas horas seguro que ha afectado al dispositivo. Más precaución. Más temor con la exposición de los efectivos terrestres al ver que el incendio vomitaba nubes de ceniza.

"Está desapareciendo lo que mis ojos han visto durante toda una vida", se lamentaba un amigo desde Genalguacil ante el incendio de Sierra Bermeja. La angustia durante días para saber si conseguirá salvar el terreno que fue de sus padre. El recuerdo y la comparación con otros episodios similares, hace treinta años, hace medio siglo. Como él, un millar de vecinos de esa localidad y de Jubrique. Con órdenes de confinarse en sus casas. Primero el jueves, luego ayer. La amenaza perenne del humo. Siempre con las llamas a la vista y con el cálculo de la orientación del viento para anticipar lo peor.

Es difícil para los que vivimos en los paisajes de cemento de las ciudades, y que llamamos zona verde a dos columpios, hacernos una idea del impacto emocional que supone esta tragedia. Las escenas de los telediarios siempre pueden confundirse con un macabro espectáculo. A saber si ésa es la satisfacción que perseguía la mente de los presuntos pirómanos cuando usaron el mechero. Dentro de una semana, las sinuosas carreteras de la zona se llenarán de caravanas de coches con curiosos. "La resiliencia del ecosistema permitirá su regeneración en un periodo de entre 7 y 15 años", defiende sobre el futuro del paraje el geógrafo José Damián Ruiz Sinoga. Pero para algunos ese periodo de tiempo será excesivo y ésta será la última imagen que recuerden. Y ahora llega el otoño. Tras la sequía y el calor, el temor a las inundaciones. Que cabalgue el tercer jinete de la desolación.

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