La ciudad y los días
Carlos Colón
Yo vi nacer a B. B.
HOY es uno de esos días en los que pienso en para qué me comprometí a escribir en el periódico. La verdad, no me sale nada. Con la amargura que tengo por el resultado se me hace muy difícil expresar algo. Del partido mejor ni hablar. Hablemos de fútbol, que es lo que nos gusta.
Creo que está totalmente descartado que un equipo pierda o gane por el dibujo táctico. ¿Cómo puede ser tan importante el sistema si han ganado sistemas tan antagónicos? Se habla tanto del sistema porque no hace falta saber de fútbol. Cualquier persona mira cómo están dispuestos los jugadores en el campo. Antes, la sabiduría de un entrenador radicaba en mantener la formación, que se pudiera recitar el equipo de memoria. Hoy, se atribuye la sabiduría al que cambia más.
Cada vez hay menos jugadores que juegan bien y a esos cada vez les cuesta más poder demostrar sus posibilidades. Por eso el juego es cada vez menos próspero. Y no es un fenómeno de la Liga española: pasó en la Eurocopa, en el Mundial y ocurre en todas partes. La cancha mide siempre lo mismo, la pelota es igual, pero el lugar donde se disputa el balón está cada vez más poblado. Ningún equipo juega regularmente bien en el mundo. La causa principal es que si ganara el que desarrolla mejor sus capacidades creativas, se jugaría bien. Pero se juega a neutralizar las capacidades creativas del rival. Entonces, el juego, que originalmente era quién elaboraba mejor, es ahora quién neutraliza mejor. Se desnaturalizó la esencia del juego porque es mucho más peligroso perder que reconfortante ganar. Y eso es por la condición que se genera en el entorno sobre la indeseable condición de derrotado. Un equipo es, ante todo, el respeto por cuatro o cinco ideas básicas que deben servir para conducirlo. Después hay que buscar la coincidencia colectiva. Y, luego, trabajar para que los jugadores incorporen esas ideas. Jugar bien es crear situaciones, pero también convertirlas. Acerca de la contundencia, poco se puede trabajar en ella porque es una característica innata del futbolista.
Soy un enamorado de la creación, pero nunca ignoraría los aspectos del fútbol que tienen que ver con la voluntad. Correr es un acto voluntario, no de inspiración. La diferencia es que correr pueden hacerlo todos y crear, unos pocos. A los jugadores les digo que jamás podría reprocharles la falta de talento. En lo que sí soy inflexible es en la entrega, porque depende sólo de ellos, de que ellos lo quieran, no de que Dios los ilumine.
El fútbol descansa sobre cuatro premisas fundamentales: defensa, ataque, cómo pasar de defensa a ataque y cómo pasar de ataque a defensa. Yo apuesto por lo compensado. Ambos momentos, ataque y defensa, son igual de trascendentes, aunque sea más bello el primero que el segundo. En el término medio está la virtud. La semana que viene espero poder hablar del Málaga, de un penal, de tres puntos y de la victoria. Hoy mi mente quiso reconciliarse con el fútbol y mi manera de entenderlo.
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