Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Si la pertinacia de Carlos Mazón en mantenerse al frente de la Generalitat valenciana un años después de la dana le retrata como un personaje narcisista, irresponsable, insensible e indigno del cargo, la pertinacia de Alberto Núñez Feijóo en no mover un solo dedo para obligarle a dimitir lo revela como un político débil, blandengue y calculador.
¿Qué ha hecho Feijóo con el tremendo escándalo de Mazón? Más bien el Don Tancredo apenas matizado por algún pellizco de monja (“Debe contestar a todas las preguntas que le hagan en los parlamentos”, es el último) y rehuir todo lo posible su compañía en los actos oficiales. Nada acorde con la gravedad del caso, que exige la cabeza del presidente valenciano.
Feijóo está convencido de que Carlos Mazón tendría que haber dimitido por su gestión de la dana. Mejor dicho, por su falta de gestión. Lo que le ha faltado en todo este año ha sido la convicción y la determinación para darle un ultimátum y, si lo desoye, promover su cese. Porque el todavía president de la Comunidad no sólo es indigno para el cargo, es que perjudica las expectativas electorales del PP en la región. Así no se ejerce el liderazgo en un partido nacional que quiere ser alternativa.
¿Por qué no lo ha echado? ¿Por un cálculo partidista de política cortoplacista y miope? Piensan los mandamases del PP que quitar a Mazón contra su voluntad abriría una crisis interna, que relevarlo sin tener mayoría absoluta obligaría a pactar otra vez con Vox y que su mejor alternativa (la alcaldesa de Valencia) no está disponible porque ni siquiera es diputada, que “hay que controlar los tiempos”, ganar el relato y otras virguerías excusatorias que los partidos se inventan para no hacer lo que es imprescindible que hagan.
Pero, aparte de las motivaciones puramente partidistas, también es relevante la personalidad de Feijóo. Su complejo por haber sido elegido después de Casado por un pacto entre barones le acompaña como un pecado original. No se cree de verdad que es el líder nacional con mando en plaza, sino más bien un coordinador de los jefes territoriales que le auparon. Ayuso no para de clavarle alfileres y él nunca la llama al orden, o lo hace sibilinamente, como para que no se note. Ella va por libre y lo provoca, él no reacciona. Será que se siente débil, y es lo peor que puede sentirse. ¡Si hasta Mazón precipitó su pacto anterior con Vox sin que él lo supiera y no dijo ni mú!
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