Reflejos de Málaga
Jorge López Martínez
¡Que viene el ‘loVox’!
El presidente de Gobierno tendría que enviarle un entusiasta mensaje de agradecimiento al rey Juan Carlos: esta semana se publican sus memorias y pasará a segundo plano todo lo relacionado con la corrupción, inmoralidad, mentiras y vergüenzas del sanchismo. Sánchez dejará de protagonizar las crónicas más ácidas, y será el primer Rey de la democracia el que se verá sometido al escrutinio y probable escarnio de los analistas. Serán pocos los que se atrevan a escribir o pronunciar una frase a su favor, y es seguro que las que más le hieran procedan de algunos de los que más le deben o presumían de su amistad.
Todo eso ocurrirá sin que una parte de los comentaristas hayan leído sus memorias. La mayoría de las diatribas no han tenido más soporte que frases sueltas, expurgadas superficialmente del libro por periodistas destinados en Francia a los que sus directores exigían crónica de urgencia sin haber tenido materialmente tiempo de leer las más 500 páginas en las que el Rey cuenta su vida. Aquí, en España, ocurrirá lo mismo: desde el mismo día de su publicación aparecerán comentarios nocivos.
He leído el libro. Tengo la fortuna de poder hacerlo en francés en apenas cinco días. No voy a entrar en el debate de su oportunidad, porque siendo cierto que los reyes no suelen escribir sus memorias, no es menos verdad que pocos viven una situación tan dolorosa. Provocada por él mismo, por errores difícilmente aceptables.
En Reconciliación el rey Juan Carlos no solo cuenta experiencias vitales y políticas desconocidas, sino que expresa sus emociones sin filtro. Para bien y para mal. Probablemente habría sido más inteligente evitar algunos comentarios poco afortunados sobre personas que merecen respeto, pero también hay que leer el contexto en los que se hacen. Una crónica nunca debe basarse en un titular, en la brocha gorda. Hay matices y situaciones a tener en cuenta.
Con el rey Juan Carlos se va a ir a degüello sin tener en cuenta lo que le debemos. Varias generaciones de españoles, incluso los desencantados, saben qué ha hecho por este país. No se arrugó ante las dificultades y cumplió con creces lo que se había marcado: acabar con las dos Españas, convertir la libertad en un derecho, legalizar todos los partidos, impulsar una nueva Constitución aunque recortase sus poderes, promover el regreso de los exiliados y poner a España en el mapa del mundo.
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