NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
EN el aniversario de la Constitución, imaginemos que a todo el mundo, viendo que todo se va al garete, le da un ataque de sensatez. Un milagro por Navidad. Las cuatro franjas ideológicas dicen venga, hagamos algo que merezca la pena: salvemos al país. Para eso necesitamos líderes que apacigüen el ruido. Descartados los presentes por no darse ni los buenos días, el PSOE da el primer paso y renuncia a Sánchez para poner a Madina, el PP quita a Feijóo y apuesta por Soraya Sáenz de Santamaría. A la izquierda se inclinan por Antonio Maíllo. Y en Vox rescatan a Iván Espinosa de los Monteros. Hay un debate en televisión. Cuatro personas intelectualmente preparadas, educadas, que no citan lugares comunes. De repente, España vuelve a creer en la democracia y empezamos a discutir de política con argumentos. Ah, pues yo pienso esto, yo pienso lo otro, aunque te entiendo... ¿Imposible verdad? Porque esto no es más que un poné, no nos volvamos locos. Pero molaría.
En cambio, tenemos un Gobierno empeñado en vulnerar el espíritu de consenso. Sánchez no necesita el Parlamento para gobernar, impulsa una amnistía que tachó de inconstitucional, abona el terreno hacia una España confederal al dictado independentista y lleva tres años sin aprobar unos Presupuestos. Su escaso apego por la división de poderes sólo es comparable a su nulo entusiasmo por el régimen del 78 y los pilotos de la Transición, un tal Felipe entre ellos. A Sánchez y sus socios les mueve más la arqueología política en su intento de culpar al pasado de ciertas conductas actuales, señalando al rival hasta el escarnio si es preciso. En su defensa, podrá decir que el PP no le ha dado un respiro tachando al Gobierno de “ilegítimo” desde el primer día, retrasando la renovación del Poder Judicial y torpedeando cualquier iniciativa. Otro ejercicio de hipótesis histórica, ¿sería posible con los actores actuales una segunda transición? Vendría de perlas para purgar la democracia de los tics autoritarios y guerracivilistas que la envenenan y se corregirían las fallas de una Constitución sometida a los abusos interpretativos. La Carta Magna se ve tan frágil que ni los partidos son democráticos, ni el Poder Judicial tampoco, ya le gustaría a los jueces. Sin posibilidad de consenso, Sánchez da un cheque en blanco a Puigdemont y cualquier día le ofrece la Giralda, la Alhambra y los vinos de Jerez a ver si se ablanda. Ya no reconoce ni a sus mejores amigos. Salvar la Constitución no entra en los planes de nadie.
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