Reflejos de Málaga
Jorge López Martínez
¡Que viene el ‘loVox’!
Han visto el biopic sobre Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler? Me lo esperaba todo en el arte de la manipulación pero me descolocó algo anecdótico: su bronceado exprés. Hace más de 80 años y se ve que el buen color de cara ya debía contribuir de forma inconsciente al éxito. Al real o al fabricado. Como sus trajes de dandy y su manicura de manos siempre perfecta. Era bajito y tullido pero daba igual. Tenía estilo y poder. En Führer und Verführer, el director Joachim A. Lang recurre al archivo documental para sumergirnos en el corazón más grotesco e infame del régimen nazi con una mirada cercana, humana y llena de contradicciones. Hace una década lo contaba, desde dentro, una de las últimas secretarias del ideólogo de la maquinaria nazi: “Lo único que se puede decir sobre Goebbels es que era un actor sobresaliente. Ninguno lo habría hecho mejor que él pasando de ser una persona civilizada y seria a ese bravucón vociferante y delirante”. Con 105 años, Brunhilde Pomsel aseguraba a The Guardian que nada tenía que ver el funcionario noble y elegante que iba a diario a las oficinas con el “enano furioso” del famoso discurso para justificar el Holocausto y la Guerra Total. Toda Alemania, reconocía la anciana, había caído “bajo el hechizo” del Tercer Reich. No sabiendo y no queriendo saber.
Goebbels utilizó todos los recursos a su alcance, incluida su propia imagen, con una efectividad inaudita. Hoy, con tanta moda circular y rendición a lo vintage, les aseguro que ya no sé en qué momento estamos; no sé si volver morenito de las vacaciones es una señal de poderío o una ordinariez. En la Antigüedad, la piel blanca era tal símbolo de estatus que griegos y romanos se maquillaban hasta con yeso. Así fue durante siglos hasta que, a comienzos del XX, Coco Chanel volvió con la piel morena de unas vacaciones y creó tendencia en las clases altas... Hasta hoy, donde nos debatimos entre el sepia-anaranjado de Trump (efecto crema autobronceadora) y la enésima polémica con los políticos del PP. Feijòo se fue liándola con las “vacaciones sobrevaloradas” y regresa bien bronceado. El hilo satírico de críticas estaba asegurado. Y qué quieren que les diga, yo soy de pueblo. Y de interior. Recuerdo los meses de verano de mi infancia improvisando un potingue de aceite y vinagre para coger algo de color en la azotea. Lo del mar de olivos queda muy bien en verso pero eran ellas, las que lucían bronceado de playa, las que marcaban distancias. Los tiempos cambian, también las tendencias, pero hay algo inmutable: unos eligen; otros no.
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