Hace lustros, escribí aquí sobre la exigencia de incrementar decididamente el apoyo que la Formación Profesional recibía por parte de la Administración. Ya entonces se auguraba que, en un horizonte no demasiado lejano, el mercado laboral iba a aumentar la demanda de titulados procedentes de esa enseñanza, en aquel instante estigmatizada y menor, entendida como el refugio de urgencia de malos alumnos, incapaces de ingresar en la mitificada universidad.

Se trataba y se trata, además, de una anomalía respecto de lo que ocurre en el resto de países europeos: con datos de hoy, sólo uno de cada tres graduados en ESO elige esta etapa frente al 50% europeo. Resulta imprescindible, pues, iniciar el proceso de convergencia con nuestros socios de la UE. Hay que lograr que, al menos, el número de titulados en la FP media y Bachillerato pase del 23% actual al 30% e igualmente en la superior, del 11% al 17%. Sobre todo porque el mundo que viene parece moverse en ese sentido: los expertos señalan que en 2030 el 65% de los empleos tendrán que ver con los ciclos medios de FP.

Con tal objetivo, en este 2022 se ha aprobado la Ley Orgánica de Ordenación e Integración de la Formación Profesional, una norma que, entre otras muchas medidas, flexibiliza la etapa y aúna en un único sistema la Formación Profesional educativa y la Formación Profesional para el empleo.

Una de sus novedades -para mí la fundamental- es que incrementa con carácter general la carga de horas en las empresas. Las prácticas pasan de un 20% del total de horas a un mínimo del 25% en la vía general, que ahora se llama Dual y será la mayoritaria, y a un 30% en la Dual intensiva. Naturalmente, para esto hace falta que participen muchas más empresas que, para mayor dificultad, tendrán que dedicar un tutor específico a cada estudiante. Es ésta una de las incógnitas cruciales del esquema: ¿hay en España el suficiente número de empresas del tamaño necesario para soportar el esfuerzo y el compromiso que la ley exige? La respuesta, a falta de conocer los incentivos que favorezcan la implicación de pymes y micro pymes, no es alentadora.

Sea como fuere, el curso que comienza estrena reglas y modelo, abre interesantes expectativas y, al fin, coloca a la Formación Profesional en el lugar que merece. Lejos de sobrevivir como una alternativa subsidiaria, le otorga el protagonismo, la dignidad y la importancia que, sin duda, el futuro reclama y espera de ella.

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