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la tribuna

Jorge Hernández Mollar / Ex parlamentario nacional y europeo del PP

Hacia un nuevo orden internacional

LA sacudida bursátil también se siente en el resto de Europa con caídas superiores al 5% para el Dax y del 3% para el FTSE 100. El Cac 40 recortaba un 2% y el FETSE MIB italiano, un 2,5%. Este lenguaje técnico es el que hoy predomina en la dramática crisis financiera en la que está inmerso el mundo.

Conceptos como agencias de rating, deuda soberana, primas de riesgo, la triple A, Íbex 35, Dow Jones, etcétera, inundan diariamente los medios de comunicación, sin que el ciudadano medio alcance a comprender ni el significado de todo esto ni qué es lo que está ocurriendo en las naciones y continentes que cuando uno estornuda, el contagio global es inevitable.

La compleja ingeniería financiera que han "inventado" los grandes gurús de la economía mundial unida al desarrollo impresionante e imparable de las nuevas tecnologías ha hecho trizas las fronteras de la información y del conocimiento. La mayoría de los habitantes del planeta nos sentimos sobrepasados y a veces angustiados por una crisis que ha roto moldes en lo que antes era una tradicional recesión económica con sus inevitables consecuencias de depresión, desempleo y empobrecimiento social y que se resolvía con un nuevo ciclo de recuperación y crecimiento basado en el ahorro, el consumo, la producción y la inversión.

Hoy, con sorpresa, contemplamos además cómo unas agencias de calificación someten a un tercer grado a empresas y Estados y ponen en peligro incluso la estabilidad de grandes países o imperios como es el caso de EEUU. Su propio presidente se ve obligado a plantar cara a unos analistas desmintiéndoles públicamente con el objeto de mitigar el "pánico" mundial que había originado el examen de la deuda americana por parte de la agencia Standard & Poor's; penosa intervención de quien es el mandatario de la, hasta ahora, primera nación del mundo.

En Europa, el espectáculo es aún más lamentable. El desgobierno económico de la Unión Europea es muy alarmante. El gran avance que supuso la puesta en marcha del euro se ha visto paralizado por una gran confusión entre los líderes europeos a la hora de dirigir sus políticas económicas y fiscales para contribuir a la sostenibilidad y fortaleza de la moneda única. Está fallando peligrosamente la arquitectura política de la Unión, incapaz de ejercer la autoridad y vigilancia sobre el pacto de estabilidad y su incumplimiento por parte de los estados miembros.

Jean Claude Trichet, presidente del BCE, es el administrador y depositario de la soberanía monetaria de la Eurozona pero sus medidas no están avaladas por una política común en materia económica y fiscal. Los países del sur están siendo seriamente castigados y reprendidos por los dos gallos del gallinero europeo, Francia y Alemania. Ni la Comisión ni el Consejo europeo, con presidentes de cartón, son capaces de gobernar los intereses comunes de Europa.

En España, el desorden del gobierno es ya clamoroso. Mientras nuestro presidente dimisionario Rodríguez Zapatero, llama al de EEUU, su admirado Barak Obama, para consolarlo y consolarse mutuamente en la desgracia, lo que no deja de ser sarcástico, Merkel y Sarkozy zarandean nuestras economías y nos dan órdenes en relación con la administración de nuestras finanzas públicas, las reformas de nuestras entidades de crédito, del mercado laboral, de las pensiones, de la sanidad, etcétera. Es decir, no es que hayamos sido intervenidos de facto, sino que estamos siendo tutelados y casi colonizados por los mandamases de una Europa que se desmorona por la propia incapacidad e impotencia de sus gobernantes.

Es evidente que el mundo está hoy huérfano de grandes líderes de la cosa pública. Las tecnologías, el pragmatismo y la propia economía han desbancado a los pensadores, ideólogos y filósofos que desde sus teorías y reflexiones han inducido a los grandes políticos, a lo largo de la historia, a construir modelos y sistemas de convivencia entre pueblos y naciones. Es quizás la hora de recuperar el mundo de las ideas, de los principios y de quienes sean capaces de visionar y establecer, como han demandado Juan Pablo II y su sucesor Benedicto XVI, un nuevo orden internacional económico, político y social al servicio del hombre.

Como dice un pensador, "si el viajero perdiera la esperanza de llegar a su destino detendría su marcha, lo que le mueve a continuar el camino es alcanzar la meta". Es la esperanza en alcanzar la meta de una España reformada y renovada, la que no nos detendrá en superar las actuales dificultades para afrontar una nueva etapa de nuestra historia que ya está exigiendo sin dilación, que pongamos en marcha toda nuestra capacidad de esfuerzo, inteligencia y solidaridad… Las generaciones venideras nos lo agradecerán.

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