Luis Sánchez-Moliní

Sin palabra ni autoridad

¡Oh, Fabio!

Pedro Sánchez ha conseguido mantenerse en el poder a base de mentir continuamente. Eso no tiene ningún mérito

03 de junio 2022 - 01:37

Al cumplirse el cuarto aniversario de la presidencia de Sánchez proliferan los análisis sobre una gestión convulsa en la han abundado las curvas: pandemias, volcanes, guerras, espionajes... El gran Campmany, sin duda, hubiese llamado "gafe" a nuestro primer ministro, sambenito con el que antaño se podían arruinar las más sólidas reputaciones de una forma mágica y cruel, como si de un mal de ojo de café literario se tratase. Gafes los había en el periodismo, la tauromaquia, la política, el teatro, el fútbol... y todos eran condenados a un cruel y tribal ostracismo. No es el caso, desde luego, de nuestro señor presidente.

Los partidarios de Sánchez sacan pecho con lo que llaman "logros del Gobierno": ley de eutanasia, subida del salario mínimo, traslado de los restos de Franco... y otras medidas que califican de "progresistas" (le dan un sentido positivo a dicho vocablo). Pero se quejan amargamente de la estrella declinante del presidente, cada vez más perjudicado en las encuestas y que empieza a dar alarmantes señales de acabamiento político.

Los leales del presidente del Gobierno, que son legión al menos en las tertulias de RTVE, presumen de un Sánchez resistente y resiliente, casi como un niño atómico. No cuentan, sin embargo, que dicha capacidad de aguantar debajo del agua se debe en gran parte al desparpajo de Sánchez a la hora de mentir y faltar a su palabra. El Sánchez que iba a convocar elecciones inmediatamente tras la moción de censura, el que sufría de insomnio ante la posibilidad de ver a Podemos en el Gobierno, el que jamás pactaría con Bildu, etc, es sencillamente un hombre sin palabra. Y en nuestra España, que aún guarda resabios campesinos y preindustriales, un hombre sin palabra es, sencillamente, un monigote, por mucho poder que atesore.

Aparte está la absoluta falta de autoridad de un presidente al que sus ministras -algunas de tan poca talla intelectual y política como Belarra o Montero- se permiten llevarle la contraria públicamente en cuestiones de Estado tan importantes como la guerra de Ucrania o la OTAN.

Sánchez podrá subir el sueldo a los españoles (ya se encargará la inflación de bajarlos), tremolar las "políticas de género" y remover los huesos de Franco, pero en sus cuatro años de poder ha dejado claro que no tiene ni palabra ni autoridad. Y no se nos ocurren dos vicios más nefandos para un presidente del Gobierno.

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