Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Niño prodigio, traidor a su mentor, francés de primera generación duro con la inmigración, carismático caudillo de vida lujosa. Su entrada en la cárcel y su relación con Gadafi son parte de las aventuras de Nicolas Sarkozy; personaje de película. Fue ufano alcalde gaullista a los 28 años de Neuilly-sur-Seine, enclave aristocrático de ricos y famosos al norte de París. Su padre era húngaro, con título nobiliario de un antepasado que luchó contra los turcos. Su abuelo materno era un judío sefardita, radicado en Grecia, convertido al catolicismo. Sarkozy truncó su carrera en 1995, cuando traicionó a Chirac y apostó por el perdedor en la carrera presidencial para sustituir a Mitterrand; otro gaullista, el primer ministro Balladur. Tras siete años de ostracismo, Chirac contó con él en su segundo mandato como ministro de Interior y Economía. Y acabó siendo su sustituto como jefe de los gaullistas y presidente de la República.
Bajo su presidencia, en 2011 Francia lideró la intervención militar que derrocó a Muamar Gadafi, dictador de Libia durante 42 años, que había financiado a muchos partidos en Europa; incluida la UMP de Sarkozy. El coronel era recibido con honores por todos: estuvo tan ricamente en Sevilla y Málaga en 2007, con su jaima y un séquito de 300 personas. Y en los 70 y 80 tuvo relaciones estrechas con los andalucistas de Rojas-Marcos. Pero Gadafi no ha sido el único sátrapa que pagaba a políticos europeos. En 2017, un documental de la televisión pública France 2, explicó cómo la familia Bongo, en el poder en Gabón durante 60 años, había financiado a todos los horizontes de la política francesa de izquierda a derecha. Omar Bongo incluso filtró en 1988 lo contento que se puso Le Pen “con el dinero de un negro”.
La vida de Sarkozy tiene un lado rosa. Tres matrimonios, el segundo con una biznieta de Isaac Albéniz. Su tercera esposa es la modelo, cantante y actriz Carla Bruni. Su ingreso en prisión, con condena de cinco años que puede quedar en unas semanas, es tan peliculero como el resto de la biografía de este hombre bajito que usa alzas y piensa que ha sido humillado por un complot, una injusticia escandalosa, un pecado corriente por el que no se suele pagar factura.
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