El mundo de ayer
Rafael Castaño
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La ciudad y los días
UNA comparecencia que debía haberse producido mucho antes, un nombre que el presidente del Gobierno debía haber pronunciado mucho antes y un debate entre los dos líderes nacionales (porque las pobres intervenciones de los otros representantes, con la excepción de UPyD y CiU, demostró que sólo tenemos dos partidos preparados para asumir el gobierno de la nación) que tuvo una altura dialéctica mayor de lo acostumbrado, marcó el inicio de las vacaciones. Porque se trabaje o no, agosto es el mes de las vacaciones, de los sustitutos en los programas de radio y televisión, del cierre los sábados y los domingos del bar en el que desayunamos y de esa relajación pre apocalíptica ante la cruel excepcionalidad de los días de fuego.
Mejor fecha hubiera sido marzo o abril para este debate. Algunas cosas se habrían atajado. Otras no, porque el juego político es el que es y el papel de la oposición no es tender alfombras, sino hacerles pliegues para que el contrincante tropiece. Sobre todo su papel es vigilar para que el Gobierno no oculte la basura bajo ella.
El debate ha estado bien. Mejor, en mi opinión, Rajoy que Rubalcaba. Porque su toro era más difícil. Y porque el ardid de las citas -utilizando contra Rubalcaba sus propias palabras- fue ingenioso. Pero también estuvo bien Rubalcaba. Se fue creciendo tras un arranque débil. Porque Rajoy le había dejado desconcertado afrontando el tema Bárcenas a portagayola. Afortunadamente leo que los medios europeos coinciden con esta valoración: "La prensa internacional aprueba por la mínima a Rajoy", titulaba El País, no precisamente pro Rajoy. Es importante para nuestra buena imagen y ésta lo es para nuestra recuperación.
Hay cosas que Rajoy no ha aclarado. Sobre todo por qué mantuvo relaciones cordiales con Bárcenas después de saber cómo había actuado. Puso la mano en el fuego por él y se la quemó. Eso lo ha reconocido. Pero sobre el hecho asombroso (o sospechoso) de que le siguiera tendiendo esa mano quemada hasta el pasado mes de marzo, no dijo nada. Sobre las cuestiones más importantes -financiación ilegal, sobresueldos, connivencia con Bárcenas- se pronunció con una contundencia hasta poco gallega. Lo dicho queda dicho. Si la investigación contradijera alguna de sus afirmaciones su carrera política habría terminado y su honorabilidad personal quedaría comprometida para siempre. Tras lo de ayer sólo cabe esperar que actúe la justicia. Lo demás son juegos verbales.
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