Cambio de sentido

El rey demérito

Que Juan Carlos I abandone este país les interesa más a los monárquicos que a los republicanos

Fuego apartado soy y espada puesta lejos", pensará tal vez de sí mismo -malversando el alejandrino de Cervantes- el Rey emérito en esta hora de su vida, en la que no le queda más remedio que coger la puerta de España y cerrarla por fuera. El hecho de que Juan Carlos I abandone este país les interesa más a los monárquicos que a los republicanos. La honorabilidad y decencia de este monarca está gangrenada, y ésa es una amenaza que pone en jaque a la institución. Felipe VI lo sabe, por eso el 15 de marzo renuncia a la herencia y le quita la pensión. Se trata de gestos -pues renunciar de verdad a la herencia supondría rechazar la corona hereditaria de varón primogénito, y la retirada de la asignación pública no va a dejar a su padre en la indigencia-, pero los gestos son todo en una institución que tiene por misión ser símbolo. El shock que la sociedad española vivía por la pandemia y el estado de alarma recién estrenado, amortiguó la noticia. Supo Felipe VI elegir bien cuándo darla…

Durante la macrogira poscovid de los reyes por España, cuando los veíamos en las fotos rodeados de bañistas sin camiseta y chiquillos chupeteando cornettos, me preguntaba si acaso la gira era para animar al país o más bien para que el país los animara a ellos, pues falta les hace un empujón para sacar a la Monarquía del bache. Igualmente, cuando escuchamos a políticos reaccionarios, exaltados y filofranquistas soltar a grandes voces eso de "¡Viva el Rey!" supongo -o más bien, sería deseable- que a Felipe VI se le ponen los pelos de punta y dice para sí "ay, que nadie me asocie con estos, que me hundo". Habrá quien se lamente de que este país haya cambiado, y que ahora, después de haber vivido una crisis y de estar entrando a lo grande en otra, y después de haber hecho avances notables (no todo han sido retrocesos) en la mentalidad, no nos parezca ni medio normal la desfachatez, la (presunta) corrupción, la hipocresía de aquel rey que pedía austeridad a los españoles mientras trapicheaba un fortunón. Tampoco nos jamamos ya el papel histórico de mujeres a las que se aplaude su discreción a la hora de soportar sobre sus cabezas algo más que una corona. No sostener los deméritos del Rey emérito es síntoma de una sociedad con más consciencia, conciencia y autoestima. Nos merecemos algo mejor, llámese Monarquía adecentada o Tercera República. Usted y yo tendremos preferencia por una u otra forma, ambas son legítimas de defender en democracia.

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