Los robotaxis de la ira

La Rayuela

Si encendemos el ordenador y accedemos a sencillos e intuitivos programas, si nos manejamos de forma cómoda con un sistema operativo que no provoca el pavor de esa pantalla en negro llena de letras y signos ininteligibles con un punto intermitente… Si hemos incorporado la tecnología a nuestra vida sin saber de algoritmos mucho más que la palabra de moda… Todo es gracias a genios visionarios como Bill Atkinson que hace medio siglo democratizaron la informática. El inventor del doble click o los menús desplegables acaba de fallecer y lo ha hecho en un momento en el que el mundo empieza a desconfiar de sus colegas, al servicio de los grandes magnates de este siglo y sus alianzas con el poder, los conocidos como tecnobros.

El ejemplo más palpable de esta reacción social adversa se vive estos días en Los Ángeles, una ciudad enardecida por las políticas de persecución y deportación de inmigrantes del presidente Donald Trump. Gran parte de las protestas se han dirigido contra símbolos tecnológicos como los robotaxis de Waymo (filial de Google). Después de ver desde hace meses cómo ardían los Tesla de Musk en Estados Unidos y Europa, durante estos días de altercados en California, los coches sin conductor han vuelto a estar en el punto de mira de la rabia popular. Los protestantes dirigían los vehículos de la inteligencia artificial hacia el punto donde se apilaban ellos mismos antes de arder en una gran pira tecnológica. ¡Qué tontos!, iban solos al crematorio.

El motivo concreto por el que estos taxis robóticos han sido objeto de la ira es que están equipados con cámaras, que son necesarias para la conducción, pero también guardan imágenes que se comparten con la Policía. Son parte de un gran hermano callejero en el que participan sin quererlo millones de personas que se pasean por la ciudad. Los llaman coches espía y la gente los considera colaboradores necesarios en esa política de persecución y deportación masiva.

También está el simbolismo. Como dejó escrito John Steinbeck, “en el corazón de los hombres crecen los frutos de la ira y se vuelven más y más pesados, hasta que están listos para su cosecha”. La asimilación de conceptos como tecnología o inteligencia artificial con las ideas de poder, exclusión y tiranía puede tener consecuencias imprevistas que, más allá de la razón, anidan en el sentimiento humano. De aquellas uvas de la ira a los robotaxis, un siglo de historia con el mismo trasfondo.

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