Ángel Valencia
Un presidente navideño
PAPELEANDO por los archivadores me aparece la tarjeta de visita de Don Vicente Henche Ambrés. Era Don Vicente un hombre menudo, fino, bien parecido, de exquisita educación, maño de nacimiento, que se ocupaba de fabricar máquinas de imprenta. Nuestra coincidente afición al flamenco nos hizo asiduos de los espectáculos de cante y copla que la Málaga de entonces proponía: Miguel de los Reyes y su gente en el Teatro Cine Royal, los artistas que Manolita Chen presentaba en su teatro-circo Chino, la ópera flamenca de Valderrama, y tantos otros. Don Vicente tenía una casa al pie del monte San Antón, se llamaba El Parío. Antes de conocernos, en la primavera del 56 Gabriel Alberca y yo fuimos un día a pintar del natural por aquellos pagos. Ambos elegimos el mismo tema, la casa y el paisaje circundante, claro, cada uno con diferente encuadre y perspectiva. Don Vicente nos vio, bajó hasta donde estábamos, presenció cómo pintábamos y nos compró a los dos los cuadros aún frescos.
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