La esquina

José / Aguilar

El sueldo de los alcaldes

28 de diciembre 2012 - 01:00

LOS dos grandes partidos nacionales, PSOE y PP, han alcanzado un principio de acuerdo sobre los sueldos de los alcaldes. Para rebajarlos, se entiende. Si todo va bien en las negociaciones que mantienen para la reforma de la Administración local -y mal para los afectados-, los regidores municipales verán disminuidas sus retribuciones y, por tanto, pagarán su parte alícuota de austeridad y control del déficit público.

Lo que el Gobierno propone, y el principal partido de la oposición parece aceptar, es fijar la nómina de los alcaldes en función del tamaño de la población que gobiernan, con un límite: ninguno cobrará más que un secretario de Estado, cuyo salario actual es de 67.000 euros. Ahora mismo hay catorce regidores de capitales de provincia que perciben una cantidad mayor. Entre ellos, los de Málaga, Francisco de la Torre, y Huelva, Pedro Rodríguez. Tendrán que rebajárselo -lo siento, Paco; lo siento, Perico- en cuanto el acuerdo adquiera la condición de ley.

En principio, no hay nada que objetar a esta idea de regular y ordenar la escala salarial de los alcaldes, evitando disparates y arbitrariedades y adoptando un criterio objetivo. Debiera ser válido en todo momento, y más en tiempo de crisis. Lo que pasa es que el baremo concreto que se pretende aplicar puede resultar excesivamente cicatero. De acuerdo, un secretario de Estado es un muy alto cargo de la Administración central, pero debe considerarse que tiene en general un desgaste inferior al de un alcalde. Por ejemplo, el alcalde de una ciudad media está bastante más expuesto a la ira ciudadana que cualquier secretario de Estado, aunque sólo sea por el grado de conocimiento popular de uno y otro. También la responsabilidad por la gestión de una Secretaría de Estado está mucho más diluida que la de una Alcaldía. La primera es fácil de ser desviada al ministro correspondiente, mientras que la de un alcalde no existe manera de endosarla a ningún superior. Los vecinos siempre le pedirán cuentas a él, y muchas veces en plena calle y a la vista de todo el mundo.

Como toda buena idea, ésta de moderar lo sueldos de los alcaldes puede ser contraproducente si no se emplea con mesura. Vale, controlemos lo que ganan y hagámosles saber que no van a los ayuntamientos a enriquecerse, sino a servir a sus convecinos. Pero si ser alcalde supone empobrecerse mucho, sólo aspirarán al cargo los que carecen de profesión, los que no tienen dónde caerse muertos y los que van decididos a añadir a su sueldo oficial alguna compensación inconfesable.

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