Me he dado cuenta de que ya he dejado atrás "esta segunda inocencia, que da en no creer en nada", para entrar en esa tercera en la que creo que no hay nada en lo que creer y, aún peor, ni nadie a quién creer. Si acaso hay quién dice verdad, son los funerarios italianos cuando se publicitan ante sus potenciales clientes, o sea, todos sus compatriotas: "para volar al cielo no te fíes del low cost", "garantizamos sueños profundos" o "italianos, os esperamos en las urnas".

El ministro Bolaños ha afirmado, en referencia a Casado, que "las vacas, al menos no mienten". Totalmente de acuerdo, señor ministro, las votaremos en las próximas elecciones. Y, hablando de vacas, hay que ver la de bulos que se han dicho de Garzón. Por cierto que ahora a las declaraciones que se publican se les llama "bulo", si el que las hace es algún gerifalte de la rancia izquierda española. Y, por cierto, si la carne que se vende en España es de mala calidad, y si criarlas contamina, y si las macrogranjas son centros de tortura animal ¿Por qué el Sr. Garzón, en lugar de denunciarlo en The Guardian, como ministro, no las cierra? ¡Ah, que es un bulo!

También nos ha engañado el alcalde Francisco de la Torre. Prometió eliminar las plusvalías `mortis causa´ en un plazo de ocho años. Pues no solo no va a eliminar este inconstitucional impuesto, sino que va a aplicar el tope máximo que permite la nueva legislación. Es curioso que el Ayuntamiento grave al contribuyente aunque no exista plusvalía alguna. Y más curioso aún es que quienes reclamen una bonificación en este impuesto sea el grupo municipal de Unidas Podemos.

Fue un impuesto, conocido como poll tax, el que acabó, por su impopularidad, con el gobierno de Margaret Thatcher. Por la época andaba yo de vacaciones por Cornualles, en Inglaterra, cuando, al respecto, me dijo un amigo inglés que la democracia inglesa era la "democracia del chavo". Vamos, que los gobiernos duraban lo que tardaban en tocarle un chavo del bolsillo a los ingleses. ¿A que va a ser la plusvalía mortis causa la que termine con el gobierno de Paco de la Torre en Málaga?

¿A quién creer? Me pregunto. No puedo creer más que en aquello que deviene mientras camino hacia el olvido. Y deviene que mi Málaga se me va muriendo a trocitos para dejar huecos al futuro. Se me ha retirado mi amigo Rafael Prado y, con su jubilación, Málaga se ha quedado sin ese escaparate privilegiado en la plaza mayor de la ciudad: el Café Central. Donde se inventó la gradación del café, desde el "solo" hasta el "no me lo ponga". También se me han jubilado Pepe y Enrique, esencia y substancia del restaurante Juanito-Juan y su gazpachuelo viña-ave. Espero que sus sucesores mantengan su espíritu y su calidad.

También creo en Antonino Pio. Después de 1.861 años ya está en Málaga el gran emperador de Roma. Si la biografía de Julio Capitolino recogida en la controvertida "Historia Augusta" es creíble, era: bello, elocuente, sobrio, gentil, generoso, respetuoso y loable en todo. O sea, Pio. Bienvenido.

Y creo en la España vacía. España se está vaciando. ¿Quién se ha llevado el tapón?

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