Todo es relativo

ÁNGEL RECIO

vaya 'tragedia'

VER a Iker Casillas llorando al anunciar que se va del Madrid después de toda una vida dedicada a ese equipo da un poco de lástima porque, afortunadamente, aún queda algo de humanidad en las personas y a nadie, o casi nadie, le agrada ver a otro individuo pasarlo mal. Sobre todo si parece un tipo majo, como es el caso de este portero que ha dado grandes tardes de gloria al Madrid y a la selección española.

Pero de ahí a hacer un culebrón va un paso. Y largo. Es lógico que Casillas se emocione al despedirse de su casa, pero no hay que perder la perspectiva. Es un multimillonario que tiene su vida resuelta y, si no dilapidan la fortuna, la de varias generaciones. Se va al Oporto, donde va a cobrar otro pastón y el Madrid le seguirá soltando guita. Por tanto, es un multimillonario que en vez de jugar al fútbol en la liga española lo va a hacer en la portuguesa.

Me da cierta tristeza la forma en la que se ha marchado, porque Casillas es un mito del madridismo y se va sin pena ni gloria. Parece una costumbre en el club blanco, pues ya pasó con anterioridad con Raúl o Vicente del Bosque como entrenador. Está claro que a Florentino Pérez no le mueve la pasión y que mira los números por encima de todo, pero el fútbol es básicamente sentimiento. Si a nadie le gustara, ni llenara los campos, ni viera los partidos por televisión, ni comprara camisetas, solo serían 22 tíos dándole patadas a un balón para echar el rato y tendrían que trabajar en otras cosas para vivir.

En cualquier caso, el tratamiento periodístico que se le da al fútbol se ha desmadrado. La marcha de Casillas abrió el otro día un informativo nacional y, al anunciar su marcha, parece que se acababa el mundo. Me puedo imaginar la cara de cualquier desempleado que tiene que hacer malabares para comer cada mes al ver en televisión la tragedia de la despedida de Iker. Y no es demagogia, es que no hay medida. Ni vergüenza.

Si encima se une el deporte y la prensa rosa apaga y vámonos. Ahora parece que la preocupación máxima en España es saber qué va a hacer Sara Carbonero, la esposa del portero. Escuché el otro día que se iba a vivir a Oporto entre semana y que trabajaría en España los fines de semana. Mucho trajín para alguien que tiene la espalda más que cubierta, pero allá cada uno. La relación entre Casillas y Carbonero es un filón para los medios sensacionalistas, arrancando con aquel famoso beso del Mundial, y no va a parar. Es el país que tenemos.

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