El vicio de infelicidad

28 de septiembre 2025 - 03:11

Suelo soltar la primera frase de Anna Karenina, aunque no acabo de convenir con la tesis de Tolstoi: “Todas las familias felices se parecen; todas las infelices lo son a su manera”. La armonía, la estabilidad y el amor asemejan a las familias que los poseen; puede interpretarse. En sentido contrario, las infelices, las fracasadas, lo son por su propio pie, por codicia, manías, mala vida y, de otra parte, por tantos avatares ingratos o crueles del destino, cuyo control es imposible para los hijos de los mismos padres. Por el arranque de la novela se ha llegado a acuñar el Principio de Anna Karenina, que establece –un poco por la cara– que los éxitos obtenidos por la parentela inmediata tienden a ser sólidos, mientras que los fracasos nacen de circunstancias infaustas, convertidos en lastres de hormigón.

En la cara buena de la carretera, y si uno se pasea por una urbanización de playa costeada, la gente que pasa por tu lado parecen clonados. Y uno recuerda al Show de Truman, donde un desavisado (Jim Carrey) es objeto y víctima de un experimento social: una vida artificial donde todos son actores y figurantes felices cual perdices... menos la timada cobaya.

Cuando Gracia visitó Costa Ballena se acordó de esa película: parejas con hijos de informal uniforme, paseando en carril bici por la urba roteña y chipionera. SI rascas, las familias felices no lo son tanto, o no lo son en absoluto. Las infelices tampoco están sumidas en la miseria moral con su perpetua condena. Pero, ¿por qué no van a ser los desafortunados felices a su manera, Lev Nikoláievich Tolstói?

España se da la traza de un tetris de sumo egotismo, con familias felices e infelices, abanderadas. Una deriva que nos convierte en un cuerpo de conjuntos disjuntos territoriales, en competencia ética, fiscal, supremacista. Acomplejados cada una a su manera: quien se siente expoliado y quien se siente chantajeado por el rico histórico máster del bisnes de la indignación. Oh: la descabellada condonación de las deudas autonómicas para que se las coma el Estado. Un esperpento chapucero que mueve a la facción irredenta y ensoberbecida de Cataluña, por boca del capellán Turull, de la hermandad de los Siete Votos de Junts, a decir que Andalucía rebaja impuestos “con dinero de Cataluña”. Ni felices ni infelices: somos una compañía sin capitán.

stats