¡Viva el verano!

22 de julio 2025 - 03:09

Estamos en plena canícula veraniega, la época de más calor del año que dura de mediados de julio hasta mediados de agosto, o sea, hasta el día 15 de dicho mes en el que los italianos celebran el Ferragosto. El calor tiene cierto efecto sedante, baja la tensión y reduce el número de pulsaciones. El sopor nos invade tras la comida de mediodía para dar rienda suelta a la reparadora siesta y, si tienes el mar abanicándote, como es mi caso, el anochecer refrescante te invita a una buena y fresquita cerveza, acompañada después de un buen vino tinto, para acabar durmiendo plácidamente la noche. Otro de los placeres del verano es descubrir que hay vida más allá de la política. Y, descubierto el hecho, manda uno a freír monas todo lo que huela a noticias o que suba la tensión arterial. Así que, amigos: ¡Viva el verano!

Esta columna lleva por nombre “MESA 8” en recuerdo de la mesa del Restaurante María, en C/ Pintor Sorolla, en Málaga, donde todos los jueves del año, durante más de dos décadas, celebrábamos la tertulia bajo el magisterio del insigne poeta y articulista, Alcántara. La idea de llamarla así partió del increíble, inigualable y asombroso erudito, además de grandísimo arquitecto, urbanista, escritor, dibujante, caricaturista y orador (supera con creces al ateniense Demóstenes), Salvador Moreno Peralta, con el que sigo el ritual de brindar con un dryMartini, todos los lunes, en el María. Y me van a permitir que dedique esta columna a la gastronomía que también es una rama importante de la política, ya que muchos temas públicos se solventan en comilonas (los romanos los llamaban convivia) celebradas en paradores y otros reservados.

Marco Gavio Apicio, famoso gourmet y cocinero del siglo I a.C., en su obra conocida como De re coquinaria, nos da una serie de recetas para preparar exquisiteces. Una de ellas, sobre “cómo tienen que hacerse los riñones asados. Se tienen que abrir por la mitad para que les dé el aire y espolvorearlos con pimienta molida, piñones y cilantro cortado pequeño y semilla de apio triturada. Después se vuelven a cerrar los riñones, se cosen y se envuelven con omento y, una vez así, se sofríen con aceite y garum. Después se cuecen en el horno y en la parrilla”. Prueben los riñones del María, dirán, como Séneca: “Los auténticos placeres, aún después de haberlos gozado, recrean”.

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