Reflejos de Málaga
Jorge López Martínez
¡Que viene el ‘loVox’!
Cómo es posible que hoy volvamos a ver brotes de enfermedades que parecían olvidadas o contenidas? Un ponente en una charla sobre el movimiento antivacunas nos explicó que la culpa la tiene el enorme éxito de las vacunas. Es precisamente porque estas enfermedades parecían erradicadas por lo que algunos ineptos creen que sus hijos no deberían ser vacunados. El ejemplo que el ponente nos puso era el de una persona muy tranquila junto a una valla, detrás de la cual había un puñado de zombis como locos por infectarla. Como los zombis estaban detrás de la valla, y como por tanto la vida era fácil y sencilla a este lado, la amenaza se había olvidado, pero seguía ahí. Como no parece que nadie enferme de un mal determinado, qué sentido tiene poner vacunas.
Las sociedades parecen avanzar en movimientos pendulares, y es por eso por lo que vuelven las modas, o por lo que existen la nostalgia o el integrismo o, sobre todo, por lo que se nos olvida tan fácilmente lo frágiles que son las conquistas que han llevado un largo tiempo en conseguirse. De este modo, la historia de la humanidad, o más bien de esta humanidad ultratecnológica, sería la del mono que camina en dirección al hombre y la del hombre que se da la vuelta y vuelve al mono.
La última manifestación de este trágico camino son las viralizadas palabras de María Pombo, una mujer cuyos mensajes llegan a más millones de personas que gran parte de los medios de este país, en las que reaccionaba ante la superioridad moral de los lectores diciendo que ella no leía, y que eso no la hacía peor persona.
Todo eso me recordó a los zombis en la valla, porque igual que vuelven enfermedades de otros tiempos parece despertar cada poco ese espíritu chabacano y cutre que los españoles confundimos muchas veces con orgullo, y que se combate precisamente con humildad, con la apertura a otras culturas y otras mentes, con el contacto con todas las posibles transformaciones que nuestra identidad puede adoptar. ¿Leer, ver, escuchar? ¿Cambiar, crecer? No, gracias.
La idiotez está ahí, esperando nuestros despistes. No puedo evitar pensar que la mente de Pombo, una mujer exitosa, riquísima e influyente, es como el Xanadú de Kane, una enorme y solitaria miseria donde nada nuevo crece, donde la duda, el cambio o la memoria encuentran un torpe acomodo.
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