El éxito del mantenimiento de las restricciones vigentes durante la Semana Santa depende de la voluntad que cada uno de los andaluces ponga en cumplir con las medidas adoptadas. Andalucía sigue cerrada perimetralmente, lo que impide desplazarse a o desde otra comunidad autónoma. Y cada una de las ocho provincias andaluzas también está cerrada, prohibiendo la movilidad de la población que reside en ellas. Así lo ha decidido la Junta de Andalucía, creemos que acertadamente, porque los niveles de contagios y la presión sobre el sistema sanitario andaluz lo aconsejan, por más que haya bajado la incidencia de la pandemia desde que comenzase la tercera ola. De hecho, pese a que la movilidad sigue restringida por el estado de alarma, incluyendo la obligación de estar recluidos en los domicilios entre las 23:00 y las 06:00, hay un leve repunte en el número de nuevos casos que hace temer la llegada de una cuarta ola. Para evitarla hay que hacer lo contrario de lo que ocurrió en diciembre, desde el puente de la Constitución-Inmaculada hasta el fin de la Navidad, que propició una virulenta tercera oleada de contagios masivos, hospitalizaciones y muertes por Covid-19. Ante las vacaciones escolares o laborales, es momento de hacer una nueva llamada a la responsabilidad individual. De nada sirve prohibir la movilidad entre provincias o los desfiles procesionales si se producen aglomeraciones en zonas turísticas, templos, calles y plazas o terrazas. Estar el máximo tiempo posible en los domicilios y exclusivamente con los convivientes es la mejor forma en la que cada uno de los andaluces puede ayudar a evitar esa cuarta ola. Este esfuerzo en Semana Santa puede servir, siempre que la vacunación avance a mayor ritmo, precisamente para lograr que las restricciones no sean tan importantes en verano. Y que en el segundo semestre del año el control de la pandemia alcance niveles que permitan recobrar paulatinamente la libertad perdida.