Tribuna

Fernando Arcas Cubero

Córdoba, 1936. Golpe militar, Guerra Civil y represión

Antonio Barragán, historiador de Aguilar de la Frontera y profesor de la Universidad de Córdoba, ha realizado un esfuerzo extraordinario en un libro de más de 900 páginas

La aparición del libro de Antonio Barragán Moriana, Enterado. La represión militar en la provincia de Córdoba (Utopía Libros, Córdoba, 2022) prueba la tesis de Paul Preston de que finalizada la Guerra Civil y el mantenimiento durante cuarenta años de su espíritu por Franco y los vencedores, la Guerra sigue sobre el papel y, probablemente, no dejará nunca de acompañar la cultura histórica de los españoles en el futuro.

Antonio Barragán, historiador de Aguilar de la Frontera y profesor de la Universidad de Córdoba, ha realizado un esfuerzo extraordinario en este último libro de más de 900 páginas –en realidad marca de la casa dada su producción bibliográfica sobre los grandes temas de la Andalucía del siglo XX-, sobre el asunto que divide aún a la sociedad y la política española del siglo XXI: la naturaleza, el alcance, los mecanismos y las dimensiones de la represión franquista, y, en este caso, en una ciudad y buena parte de la provincia donde triunfó tempranamente la sublevación militar de Franco en 1936. Sin concesión alguna en un tema difícil y con un rigor propio de la mejor tradición historiográfica de la Andalucía y la España democrática, el investigador cordobés ha logrado escribir una obra que desborda el ámbito de la historia local para convertirse, a mi juicio, en un libro de referencia, no sólo para historiadores, sino una lectura que rompe tanto con la idea políticamente interesada del olvido, como con los prejuicios y manipulaciones del momento más trágico del pasado español.

Con este libro en las librerías y bibliotecas, con la dureza del drama provocado por los militares sublevados en 1936, no cabe ya posibilidad alguna de evitar la consideración del franquismo como el origen y el causante de la más grave pérdida del pulso histórico y la modernidad que la sociedad española había logrado, incluso en las primeras décadas del siglo XX con el régimen de Alfonso XIII, y que cobraron un impulso aún mayor y más ambicioso gracias a las reformas de la II República. Al lector de esta obra le van a sobrecoger las dimensiones, la profundidad del castigo impuesto por los tribunales militares franquistas al conjunto social representado por la España democrática, desde los cargos políticos, militares y administrativos representativos de la España republicana, de sus organizaciones políticas y sindicales, del mundo profesional, educativo y cultural, así como de la militancia de base de partidos y sindicatos. Leídos hoy los documentos que Antonio Barragán ha estudiado ganan aún en gravedad y produce espanto la justificación de las sentencias impuestas –desde la muerte a la prisión, o las condenas al trabajo forzado-, pensar en la gran tergiversación y el terrible sarcasmo de atribuir la rebeldía a la honestidad moral de los defensores de la legalidad constituía en 1936. Un gran desastre sólo comprensible en la gran catástrofe histórica de los años 30 del siglo XX.

En la obra está presente en todo momento la represión en la zona republicana de la provincia, que reaparece además como causa de la acentuación de las penas o de su alivio según los testimonios habidos en contra o a favor de las personas juzgadas en consejo de guerra franquista. Hace no tanto tiempo, este simple hecho de rigor histórico le hubiese supuesto al autor la mención inmediata de “equidistancia” por historiadores o tratadistas no respetuosos con las normas de la investigación científica. Nada más lejos de lo que el lector interesado encontrará aquí. Al contrario, el autor señala cómo la existencia de una represión brutal y previa, aunque cuantitativamente menor, es un factor más de la auténtica venganza y sentido del exterminio del enemigo que dominó la represión franquista, que ha llevado a su consideración reciente por la historiografía como la versión española de un holocausto.

El resultado de la ingente tarea de Barragán resulta sobrecogedor. Lo voluminoso del libro se debe a la tarea de exhaustividad que el autor se ha impuesto no solo por disciplina investigadora y compromiso moral con la profesión, sino también por descender hasta la biografía de los juzgados, condenados o absueltos, cuyos cientos de nombres quedan ya para las generaciones futuras salvaguardados y reparados por la historia, la disciplina que no abandona nunca a su suerte a los muertos. También están los nombres de los verdugos que impartieron la justicia de Franco, esa inversión radical de la realidad política e histórica que llevó a cabo el máximo responsable de la rebelión contra la legitimidad de la Constitución y la República y, en última instancia, de la Guerra Civil y sus dramáticas secuelas humanas.

Pero incluso esta versión española de la barbarie del siglo XX reserva grietas para el humanitarismo. Porque Antonio Barragán ha explorado sus rasgos en medio del implacable ajuste de cuentas del franquismo con el mundo republicano. Y es una historia de ida y vuelta. En los juicios militares proliferan los testimonios ciudadanos –de distinto nivel social y de influencia-, que acuden pese a que no fuese una actitud sin riesgo en la coyuntura, para avalar con su testimonio a quienes tenían en peligro sus vidas o su libertad. Entre otros argumentos, por haber salvado la vida a personas de derechas de la provincia en zona republicana, lo que indica un feedback humanitario que constituye una grieta de esperanza para el género humano en el clima de violencia y venganza de la Guerra Civil española.

Desde posiciones conservadoras se ha argumentado en ocasiones contra la memoria de la Guerra Civil por la visión unívoca en torno a la represión en la retaguardia, por un olvido inexistente dado el papel de los caídos en la justificación y la propaganda del franquismo. Pero hace años que el argumento ha dejado de ser válido también por la producción historiográfica reciente. Y este libro ocupa un lugar de excepción en la misma. Un paso más adelante en el gran debate aún pendiente que ponga en su sitio, a nivel ciudadano y de cultura histórica, y en la inmensa mayoría de la sociedad española, la consideración de la responsabilidad histórica del Franquismo en el desencadenamiento de la Guerra Civil y de sus sangrientas consecuencias. Para que entonces desaparezcan sus secuelas políticas en el presente y haya un suelo sólido y extenso para la democracia, una definitiva reconciliación de los españoles con su pasado.

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