Tribuna

Francisco J. Ferraro

La convergencia económica de Andalucía

La convergencia económica de Andalucía

La convergencia económica de Andalucía

Un año más la publicación de la Contabilidad Regional de España ha provocado preocupación y debate por la falta de convergencia de la economía andaluza con la media española. Según la estimación del INE, en 2022 el PIB de Andalucía aumentó un 5,2% frente al 5,8% de la media nacional, manteniéndose el PIB por habitante en el 74,9% de la media española gracias al menor crecimiento demográfico de Andalucía (0,7% frente al 0,9% de España). Como puede observarse en el gráfico, la economía andaluza convergió con la española en el inicio del siglo en el marco del boom inmobiliario, alcanzando el PIB por habitante un valor máximo del 77,6% de la media española en 2005, descendiendo tendencialmente desde entonces hasta 2020, año en el que los efectos de la pandemia fueron algo menos intensos en Andalucía que en el conjunto de España, debido al menor peso de la industria y el buen comportamiento y mayor peso de la agricultura (2,3 veces superior al promedio nacional), lo que no impidió que fuese superada por Extremadura y quedar relegada a la última posición en PIB por habitante de las CCAA españolas. Posición que se mantiene desde entonces.

No obstante, el aumento del PIB del 5,2% en 2022 no es un mal resultado considerando el intenso impacto de la sequía, aunque Andalucía también se ha beneficiado el último año del rebote tras la pandemia de múltiples actividades, singularmente del turismo, con un peso elevado en la economía regional.

De todas formas, no podemos sentirnos satisfechos con la última posición regional en PIB por habitante, pues no solo Andalucía ha sido en el pasado una de las regiones de mayor riqueza de España, sino que el análisis económico prevé que una región con menor nivel de desarrollo, dentro de un espacio económico uniforme y con instituciones similares, debe tender a la convergencia, por la movilidad de la fuerza de trabajo excedentaria y la atracción de la inversión por los espacios con recursos ociosos y, presumiblemente, con menores costes. Además, en las últimas décadas Andalucía ha recibido notables transferencias del Estado y de la UE para estimular su desarrollo.

Por ello, es lógico preguntarse por la causa que impide la convergencia. Algunos encuentran alguna respuesta, pero habitualmente no es satisfactoria porque no existe “una causa”, sino un conjunto de causas que interactúan intensificando sus implicaciones. Como comprenderán, es difícil exponerlas satisfactoriamente en un artículo, por la complejidad de los factores a analizar (espero hacerlo en un libro en elaboración), pero anoto algunas observaciones sobre las que le invito a reflexionar:

1) Una región puede aumentar el PIB porque hay más personas trabajando o porque las que trabajan lo hacen más eficientemente (aumentando la productividad). Este factor es el determinante en el medio plazo para aumentar la capacidad competitiva y sostener un crecimiento duradero. Sin embargo, en Andalucía el crecimiento (cuando se produce) se ha basado fundamentalmente en el aumento del empleo.

2) ¿Por qué no aumenta más la productividad? Por múltiples factores interrelacionados. En primer lugar, porque la inversión productiva (imprescindible para el aumento de la productividad) es baja; en segundo lugar, porque el número de empresas (especialmente de mediana y gran dimensión) es reducido; en tercer lugar, porque la cualificación de los recursos humanos es mejorable; en cuarto lugar, porque estamos especializados en sectores intensivos en empleo y con baja productividad (agricultura, construcción, administraciones públicas, turismo), aunque entre ellos existen actividades y empresas que no responden a la anterior calificación; y en quinto lugar, porque la innovación tecnológica y productiva es reducida.

3) ¿Por qué todos los factores señalados son negativos? Porque nuestros valores y códigos de conducta predominantes no son muy favorables a la responsabilidad individual, a la ambición profesional, a la meritocracia y a la motivación por el trabajo bien hecho, todo lo cual no anima al emprendimiento y a la innovación, aunque haya muchos andaluces que no se correspondan con ello.

4) ¿No podrían actuar los responsables políticos para corregir la dinámica divergente? Una política de desarrollo económico racional y consistente en el tiempo podría cambiar el rumbo de la economía regional. Pero, en buena medida, nuestros políticos comparten los valores y códigos de conducta predominantes, unas políticas consistentes de desarrollo económico a medio plazo probablemente les enfrentarían a muchas resistencias y, en el mejor de los casos, sus resultados se apreciarían solo a medio plazo, lo que no es un buen incentivo político.

Como en otras ocasiones, la preocupación por el pobre desempeño de la economía andaluza pasará en pocos días, y la atención regional se desplazará hacia otros asuntos de mucha menor relevancia.

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