Tribuna

Juan Carlos Rodríguez Ibarra

Ex presidente de la Junta de Extremadura

¿Por qué aquí no surge ningún Steve Jobs?

Resulta incomprensible que el sistema público educativo se desentienda durante el verano de alumnos que no superaron los niveles exigibles en determinadas materias

¿Por qué aquí no surge ningún Steve Jobs? ¿Por qué aquí no surge ningún Steve Jobs?

¿Por qué aquí no surge ningún Steve Jobs? / rosell

De nuevo el debate sobre el nuevo sistema educativo. Y otra vez sin acuerdo ni político ni social. Sostengo que mientras exista la enseñanza pública, la privada y la concertada, el acuerdo se presenta como imposible. En países, como en Francia, donde la pública va por su lado y la privada por el suyo, es relativamente sencillo que la sociedad y sus representantes políticos lleguen a acuerdos sobre cómo orientar la enseñanza pública obligatoria. La privada no corre por cuenta de los Presupuestos Generales del Estado y quienes la usan, sabrán qué hacen con ella.

En España, por el contrario, se mezcla la pública con la concertada, es decir, la enseñanza obligatoria para todo el que no pueda o quiera asistir a la concertada. Esta última no deja de ser una enseñanza privada pagada con dinero público para uso y disfrute de las rentas más altas y donde la integración brilla por su ausencia en la mayoría de los casos. En nuestro país la red de centros públicos escolariza al 85% de los inmigrantes, mientras los centros concertados y privados solo reciben en sus aulas al 15% restante. Es esa circunstancia y no la calidad la que está eliminando centros públicos sustituyéndolos por concertados que, en los años ochenta, fueron utilizados por los gobiernos socialistas para poder garantizar la educación obligatoria y universal. Es un misterio que los diferentes gobiernos socialistas no hayan querido integrar a los concertados en la red pública, permitiendo que el 32% de los alumnos de educación obligatoria se alojen en centros de gestión privada financiados con fondos públicos.

Pero, independientemente de lo anterior, de nuevo nos hemos enzarzado en las materias que hay que impartir en la enseñanza obligatoria. No tengo nada contra la filosofía. Todo lo que ayude a pensar, a dudar, a debatir, a reflexionar debe tener cabida en nuestro sistema educativo.

Y la bronca viene, también, por las condiciones que hay que tener para pasar de curso a curso, al estilo de lo que se comenzó a hacer con la revolución industrial; se mete chatarra en las cadenas de montaje y sale un coche. En el sistema educativo, se mete a un alumno en un aula a los 3 años y sale un graduado en ESO a los 16. Como en la fabricación industrial, si alguna pieza sale defectuosa, se elimina del proceso. Si los estudiantes no superan todas las revisiones, se les quita del sistema. Hace unos meses, se puso en la picota a un profesor que aprobaba con 10 a todos sus alumnos. Ese profesor llevaba toda la razón. Para pasar de un curso a otro, el alumno debe llevar cimentado todo lo exigible en cada periodo educativo. Si se aprueba con un 7,5, quiere decir que el alumno deja un 25% de los conocimientos exigibles sin aprender o comprender. Con ese déficit, en el curso siguiente no podrá alcanzar todo los objetivos exigibles. Al final, el alumno se caerá como se caería un edificio cuya cimentación fuera solo del 75%. Nadie viviría en ese bloque porque el constructor dejó de cimentar el 25%, cuando lo exigible es el 100%.

Hoy los centros de secundaria tienen material humano y recursos educativos suficientes para que nadie se quede atrás, salvo aquellos que de ninguna manera están dispuestos a seguir el itinerario obligatorio. Resulta incomprensible que el sistema público educativo se desentienda durante los meses de vacaciones veraniegas de alumnos que no superaron los niveles exigibles en determinadas materias. Terminado el curso, esos alumnos desaparecen de los centros y nadie sabe dónde se meten. Es posible que algunos vayan a las playas o a lugares de veraneo aprendiendo en un mes, con un estudiante universitario, lo que no aprendieron durante nueve meses en sus centros escolares. Esa situación se da en el sistema educativo porque se piensa que para enseñar sirve cualquiera. En España damos por supuesto que los alumnos con bajo rendimiento son culpables de su situación; nunca preguntamos si en ese bajo rendimiento tiene algo que ver el sistema. En Finlandia, los alumnos rezagados reciben una atención personalizada por parte de profesores especializados en esa área. Ahora que se están cerrando centros públicos y sobran docentes se presenta la ocasión para formar a profesionales especializados en ese tipo de enseñanza. Por cierto, en Finlandia los maestros ganan sueldos equivalentes a los ingenieros. Y para entrar en la carrera de Magisterio se necesita un expediente brillante en la secundaria. En España, por el contrario, cuando algunos no tienen nota suficiente para ingeniería o medicina, siempre tienen el recurso de hacer una graduación en Magisterio o Educación.

¿Será por estas circunstancias por las que aquí no surge ningún Bill Gates, ningún Steve Jobs, ningún premio Nobel en Física o en Química?

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